Dicen que la vida se compone de etapas. Se cierra una, se abre otra y la vida continua con toda la normalidad que el ser humano pueda asumir, o no. En ese devenir las personas que tienen una cierta edad se dan cuenta que la muerte forma parte de la vida. Se van personas que han sido y seguirán siendo referentes en las vidas de mucha gente. Mientras las personas que se han ido sigan presentes en nuestra memoria, no habrán muerto.
Este miércoles nos llegaba la noticia del fallecimiento de Nicolás Redondo, el que en su día fue secretario general de la UGT. Se ha ido a los 95 años de edad, con un bagaje sindical y político a sus espaldas que hasta ahora no ha sido igualado en el sindicato socialista. La UGT no ha sido capaz en todos estos años en los que Redondo había dejado de dirigir el sindicato de encontrar a un dirigente de la talla sindical, política y humana de Nicolás. Su honestidad, su sentido de la justicia, su no aceptación en muchas ocasiones de las directrices del partido hermano, le habían convertido en un sindicalista de raza, molesto. No le gustaba ser una marioneta ¡Bueno era Nicolás!
Nicolás Redondo se ha ido en silencio, sin hacer ruido, sin recibir el homenaje en vida que se merecía. Nico, como le llamaban los que le conocían bien, era un vasco “echao pa lante”, sin miedo, valiente y de esos que las cosas las decía a la cara: sin tapujos y sin remilgos. Esa sinceridad y valentía le había hecho ganarse la autoridad entre los suyos y la clase trabajadora, que sigue manteniendo pese a que algunos lo han intentado borrar.
Bajo esa apariencia de hombre duro, directo e impenetrable se escondía una gran generosidad, un gran sentido de la justicia y de responsabilidad que siempre ha demostrado a lo largo de su trayectoria sindical y política. Con una sonrisa de medio lado que no disimulaba cuando estaba a gusto o quería aplicar el sarcasmo en una situación compleja.
La generosidad de Nicolás quedó patente en el Congreso de Suresnes, cuando fue propuesto para dirigir el PSOE, renunció, y propuso a un desconocido Felipe González, al que veía como una gran promesa del socialismo español. No se equivocaba entonces, después sería otra cosa tras los devaneos económicos de algunos ministros llevaran al gobierno socialista a un enfrentamiento con el dirigente ugetista. Dos ministros, Carlos Solchaga y Manuel Chave, uno ¿liberal? de economía y el segundo - por cierto, dirigente de UGT- ministro de Trabajo. Dos personajes que con sus propuestas pusieron en pie de guerra al sindicato socialista.
Antes del enfrentamiento abierto con el ministro Solchaga, entre 1983 y 1984, se habían producido consensos en políticas salariales, como las 40 horas semanales con 30 días de vacaciones. Tambien se consiguieron acuerdos en la conflictiva reconversión industrial que fue muy dura, no obstante salió adelante.
Lo que preocupaba al gobierno de González eran las huelgas que convocaban los sindicatos, especialmente la del sindicato hermano, la UGT. El punto álgido de las discrepancias entre González y Redondo se produjo tras la huelga general de 1989, la mayor huelga que hasta entonces se había producido en España, donde el 90% de la población secundó la convocatoria. Fue la mayor derrota de Felipe Gonzalez en sus 15 años de gobierno.
Lo cierto es que las relaciones personales y políticas se hicieron añicos entre los dos líderes. Nunca más volvieron a hablarse, ni cuando ambos dejaron sus respectivas responsabilidades.
Conocía a Nicolas Redondo de las muchas entrevistas que le hice cuando trabajaba en Radio Miramar de Barcelona, donde llevaba la sección de Economía y Laboral. Nunca me puso ninguna pega a la hora de acceder a él. Es más, lo podía llamar incluso cuando se encontraba en su casa, por la noche, para hablar sobre algún tema que había surgido en las últimas horas. La actividad sindical estaba en esa época en plena efervescencia: las huelgas y las manifestaciones eran muy habituales, con una conflictividad laboral grande.
Nicolas Redondo reconocía unos años atrás, con tristeza, que el espíritu combativo de los sindicatos había desaparecido, Es como si estos hubieran pactado una moratoria, recalcaba.
Se ha ido un gran sindicalista, una persona honesta, un líder carismático que supo en su día renunciar a tantas cosas. Redondo ha dejado huella en todos los que le conocíamos. Nico se ha ido, pero su legado se queda, por mucho que algunos quieran taparlo. Decía Hemingway que “lo único que nos separa de la muerte es el tiempo”.
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