El día 7 de diciembre de este año, el filósofo, lingüista y activista político Avram Noah Chomsky cumplió 90 años. Pocas personalidades del siglo XX han sido tan influyentes, al tiempo que controvertidas, como Chomsky. Incluso el New York Times lo señaló como "el más importante de los pensadores contemporáneos". Tal vez esto sea algo exagerado pero no hay duda de que ha sido uno de los referentes intelectuales de la segunda mitad del siglo XX.
Su trayectoria como pensador es descomunal. Se inició a los 10 años cuando escribió una contribución al diario de su colegio de Filadelfia en la que se quejaba del creciente fascismo en Europa y se ha mantenido extraordinariamente prolífica hasta hace pocos meses cuando es jubiló de su cargo de profesor emérito del Instituto de Tecnología de Massachusets (el famoso MIT).
Durante estas ocho décadas, este intelectual ha hecho una ingente cantidad de aportaciones a la teoría lingüística, la ciencia cognitiva, la Sociología y el activismo político, desde la perspectiva de lo que él mismo define como "anarquismo social" que se caracteriza por un fuerte anti-autoritarismo y una crítica feroz al capitalismo contemporáneo. Su inmensa energía y creatividad en el mundo de las ideas se fundamenta en lo que él mismo denominó "teoría de la bicicleta": ... mientras sigas pedaleando no caerás.
Obviamente, intentar concretar las múltiples aportaciones de este intelectual polifacético es una tarea desmesurada que queda fuera de este artículo. Si el lector me perdona la analogía, Chomsky podría calificarse como el Leonardo da Vinci de las ideas. Como el genial pintor italiano, Chomsky es un genio universal, un filósofo humanista con una curiosidad ilimitada, una gran fuerza creativa y un inconformismo a prueba de fuego. Por lo tanto, me centraré en una de su vertientes menos conocidas pero que impregna toda su obra: su idealismo humanista y la defensa del optimismo como herramienta de progreso.
Existe una fuerte conexión entre sus teorías científicas más abstractas y su preocupación política. Chomsky considera que el ser humano tiene la capacidad innata de producir lenguaje, pero también la de desarrollarse en todos los ámbitos del potencial humano. Y no es tan sólo una aptitud o una habilidad sino un derecho básico inalienable. Obstaculizar este desarrollo debe ser considerado una injusticia y esto es lo que hacen muchos gobiernos al condenar a muchos de sus ciudadanos a la pobreza o la opresión. Cree que el esfuerzo de justificación que hace gran parte de las autoridades del sistema capitalista no es más que un intento de conseguir que el ciudadano acepte que se le prive de las oportunidades de desarrollo a las que tiene legítimo derecho. El pensador opina que la democracia, tal como opera hoy en día en los EE.UU., sólo favorece a las élites, lo que tiene sus raíces en el origen mismo del sistema democrático estadounidense. En consecuencia, el, pensador defiende la protesta pacífica fundamentada en la crítica constructiva y la inteligencia mordaz como herramientas de denuncia social.
La sabiduría de Chomsky en este tema es psicológicamente útil para los jóvenes progresistas: "Mira, no serás efectivo como activista político a menos que tengas una vida satisfactoria". Y añade: "Ninguno de nosotros somos santos, al menos yo no lo soy. No he dejado mi casa, no he abandonado mi coche, no vivo en una barraca, no paso 24 horas al día trabajando en beneficio de la raza humana, ni nada por el estilo. De hecho, ni siquiera me acerco a este tipo de altruismo". Chomsky es crítico con los individualismos y los personalismos. No cree en ellos. Pone por sobre la creatividad, atributo del que hace hincapié en gran parte de sus discursos cuando afirma: "No deberíamos estar buscando héroes, deberíamos estar buscando buenas ideas".
Así mismo critica lo que califica de la actual era de la sobreinformación: "¿No deberíamos ser todos mucho más inteligentes con los elementos de que disponemos hoy en día? ¿Como es que tenemos tanta información, pero sabemos tan poco? ". El pensador plantea a la sociedad esta evidente y paradójica cuestión. El hecho de que haya más noticias que nunca, no quiere decir que todas ellas sean ciertas o estén contrastadas ni que contribuyan a mejorar la inteligencia ni el desarrollo humano.
No estoy de acuerdo con todas las ideas de este gran pensador. Pero en comparto muchas. Especialmente la de que mientras la ciudadanía sea pasiva, apática y desviada hacia el consumismo o el odio a los más vulnerables, los poderosos podrán hacer lo que quieran, y los que sobrevivan deberán contemplar el desastre. Desde esta visión, también creo que la implicación de los ciudadanos y el optimismo son las mejores herramientas de progreso para afrontar los problemas de la sociedad. Porque como decía Chomsky: "Si asumes que no hay esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que existe un instinto hacia la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las cosas".
La extraordinaria inteligencia de Chomsky, que ya es nonagenario, lo ha convertido en uno de los intelectuales de izquierda más respetados. Sus contribuciones al conocimiento son de un valor incalculable. Y las ha hecho asumiendo seriamente el pensamiento crítico y buscando la verdad sin perseguir premios ni distinciones oficiales.
¡Felicidades maestro!
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