La duda, queridos amigos. Aprendamos a dudar con ciencia y método. Mirad estos versos italianos:
"Ma il dubbio, ebbro colore di perla,/ Come avviene nelle ore di tempesta/ Spuntò adagio ai limiti" (Mas la duda, ebrio color de perla,/ como sucede en horas de tormenta/ surgió lenta en los límites; traduce el poeta Tomás Segovia).
Hablemos un poco del autor de estos versos: Giuseppe Ungaretti, vino al mundo en 1888 y falleció en 1970. De origen italiano, podía sentirse medio extranjero en su propio país; "da lungi porga e celi" (de lejos ofrece y oculta). Este señor nació en Egipto, en la legendaria ciudad de Alejandría, y su primera visita a Italia (yendo de paso hacia la universidad de la Sorbona de París) fue en 1912, cuando tenía 24 años de edad.
Nostalgia de un cuerpo y una voz entrañables, resentidos también el propio cuerpo y la propia voz. "Sono stanco di urlare senza voce" (estoy harto de aullar sin voz). La verdadera realidad, dijo este poeta, sólo nos llega a través de ecos, que son 'intermediarios'. Ya Antonio Machado habló de "a distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una". Pero: "In sé crede e nel vero chi dispera?" (¿Cree en sí y en la verdad quien desespera?).
Unos últimos versos por hoy: "Se voi, miei morti, e i pochi vivi che amo,/ Non mi venite in mente/ Bene a portarmi quando/ Per solitudine, capisco, a sera" (Si vosotros, mis muertos y algunos vivos que amo, no venís en mi mente a traerme bien, cuando por soledad de noche entiendo).
Roma se convirtió en su ciudad cuando comprendió lo que era el barroco, su fondo. Miguel Ángel le reveló el secreto, "un secreto de vida interior". La larga intimidad con aquel barroco, que le era ajeno al principio, le capacitó para aceptar todas las diferencias, “esos aportes que el hombre puede lograr fundir en su propio genio, si lo tuviera”.
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