Desde este lunes, en el que se ha conocido la sentencia contra los líderes independentistas, las revueltas, que no manifestaciones pacíficas, como venden algunos, se han apoderado de buena parte de Catalunya con cortes de carreteras y bloqueo de infraestructuras, entre ellas una tan importante como el aeropuerto, que ha impedido que miles de personas pudieran viajar. También han provocado que ciudadanos/as no hayan podido acudir a sus puestos de trabajo o, sencillamente, que llegar a sus casas les haya costado más de cuatro horas después de muchas vicisitudes.
Todos estos sucesos ocurridos se deben al llamamiento a salir a las calles realizado por el presidente de la Generalitat y parte de su gobierno, que en un alarde de irresponsabilidad total han dado alas a los violentos, con los resultados que todos han podido ver, y ha dejado desprotegida al resto de la ciudadanía que no han querido tomar parte del lamentable espectáculo.
Una vez más, los derechos de las gente pacífica que quiere ir a trabajar, a dar un paseo o sencillamente llegar a su casa después de su jornada laboral, vuelven a estar anulados, como viene sucediendo desde hace ya demasiado tiempo. ¿Quién vela por esa mayoría de ciudadanos? El gobierno de la Generalitat no y el gobierno de España, en boca de su vicepresidenta, ha afirmado que los sucesos del lunes eran normales, que los ciudadanos han podido realizar su actividad con total normalidad. ¿Normalidad?
Los acontecimientos del aeropuerto han provocado que cientos de personas se vieran atrapadas y perdieran sus vuelos, con consecuencias de todo tipo para los afectados. Las pérdidas económicas y la imagen que se ha dado de Catalunya en el mundo, que solo sirve para espantar a los turistas, es de una gravedad extrema. Eso sin hablar de los heridos resultantes de los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Vista la situación, al presidente Torra solo se le ocurre empatizar con los manifestantes, seguir animándolos a salir a las calles, dejar su agenda oficial y hacer dejación de sus funciones, una vez más.
Las concentraciones "pacíficas" que han tenido lugar en la tarde-noche de este martes en las inmediaciones de las delegaciones del gobierno en las cuatro provincias han terminado con graves enfrentamientos entre manifestantes , Mossos y Policía Nacional, quemando toda clase de objetos, y han dejado las cuatro ciudades de forma parecida a los altercados de Hong Kong.
Las imágenes de los actos han dado la vuelta al mundo. Los comerciantes están espantados con las pérdidas que están teniendo, lo mismo que el sector de la restauración, que ve cómo sus clientes no acuden. La ciudadanía está de los nervios viendo cómo su gobierno no hace nada para garantizarles sus derechos, sino que se pone del lado de los violentos jadeándolos.
Lo preocupante de los sucesos es que son cientos de jóvenes, casi niños, que están en la primera línea de la confrontación. El mensaje bélico ha calado en buena parte de la juventud. Los inductores estarán satisfechos de su estrategia; misión cumplida, dirán para sus adentros.
Esta situación, si no se remedia, puede terminar con alguna persona muerta en los enfrentamientos -que es lo que esperan algunos-. Por ello, lo mejor que puede hacer Torra, por incompetente, es marcharse a su casa, previa convocatoria de elecciones, y esperar a que las urnas, con nuevas caras, devuelvan el 'seny' a los políticos de este país, porque al final esto terminará muy mal y no soy alarmista. La inmensa mayoría de la ciudadanía no está de acuerdo con lo que está sucediendo. Los autores intelectuales están pidiendo, es lo que quieren, que se vuelva a aplicar el 155 para poder ir de víctimas, que es lo mejor que saben hacer, amén de cobrar el sueldo cada mes.
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