Ahora que está a punto de finalizar este 2020, que quedará grabado en la memoria colectiva por un virus mortífico que se llama covid, la sociedad tenía la esperanza de celebrar estas fiestas “entrañables” con la familia, amigos y allegados. Pero una vez más, el bicho nos la ha vuelto a jugar en estos días de reencuentro y celebración, porque las autoridades políticas y sanitarias han decidido, ante el incremento de contagios y fallecidos, limitar el número de comensales en los ágapes, tanto en casa como en los restaurantes que una vez más han visto como sus economías se han vuelto a resentir, para desgracia de todos.
Este está siendo un año en marcado por las desgracias, que han cambiado los hábitos de vida de las personas, amén del desastre social, económico y político que no será fácil recomponer. Nada será igual, ni la normalidad volverá a ser la que era, nos guste o no. El cambio de ciclo en la sociedad se ha precipitado sin conocer aún qué nos deparará el futuro, sin darnos cuenta de que el futuro debemos marcarlo la propia sociedad, sin dejar de lado que hay cosas a las que no podemos dar la vuelta y que lo imprevisto debe tenerse en cuenta aunque no se pueda controlar.
Este siniestro 2020 nos ha quitado los días de fiesta de Semana Santa, que muchos esperaban para disfrutar de unos días de descanso. Otros los empleaban en participar en los oficios religiosos que tanto significa para los católicos, y el resto para realizar aquellas cosas que no pueden hacer en su día a día. Las vacaciones de verano han sido diferentes para aquellos que hayan tenido la suerte de poderlas disfrutar. En la mente de todos estaba el miedo al contagio que en muchos casos han coartado la libertad de movimiento y reunión con los seres queridos y amistades.
Ahora viene la tercera en la frente: las navidades se presentan restringidas, delimitadas y hasta tristes. No obstante, nos guste o no, hay que seguir los consejos de los especialistas -aunque no haya unanimidad de criterios a la hora de decir qué medidas son las mejores de aplicar. Son 17 autonomías y cada una de ella decide sobre las medidas que debe aplicar. ¿No sería mejor un solo criterio? Sería, pero la realidad es la que es y no hay que crear más controversia que bastante hay ya.
La única buena noticia de esta semana es que, finalmente, el día 27 se empezarán a su ministrar la vacuna que muchos esperan para plantar cara a la covid. Es una fecha que vislumbra la esperanza de millones de personas. Que garantiza que la lucha será menos desigual y que al final del túnel puede verse la luz.
Decía Vaclav Havel que “la esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte”. No dejemos que la situación nos amargue las fiestas. Solo hay que celebrarlas de otra manera.
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