Cinco días han pasado ya desde los atentados de Barcelona y Cambrils. La ciudadanía continúa consternada por los sucesos, que han dejado ya 15 muertos y un gran número de heridos. Los terroristas, con una sangre fría increíble, estaban dispuestos a sembrar el terror y la muerte en esta ciudad abierta, acogedora y solidaridad que recibe gentes de todo el mundo y donde nadie se siente extraña.
El comando, formado por 12 terroristas -de momento-, parece estar controlado con la muerte del autor material de los atropellos de la Rambla a manos de los Mossos, después de su huida del lugar de los hechos y de haber culminado su siniestra obra con el apuñalamiento de Pau Pérez, un joven que estaba en el lugar equivocado y que el destino le jugó una siniestra mala pasada.
Con la muerte de Younes Abouyaaqoub, las piezas empiezan a encajar, pero aún quedan algunas más que encontrar. Hasta ahora ha sido un trabajo muy bueno de Mossos, Policía Nacional y Guardia Civil, no hay que olvidarlo y esa labor de "coordinación", con sus más y sus menos, ha servido para resolver con una rapidez increíble estos casos. Todo un éxito en tan poco espacio de tiempo.
La colaboración de las instituciones ha sido percibida por la ciudadanía como muy buena y necesaria y algunos dicen que debe continuar así. Después se analizará más en profundidad la trastienda de los hechos. Tiempo habrá para hablar de ello, ahora no es el momento.
El papel jugado por el imán de Ripoll, un asesino sin principios y manipulador de las voluntades de unos jóvenes desubicados convertidos en asesinos, lleva a una reflexión que hace tiempo que se viene planteando: el papel de un número importante de imanes incontrolados que aprovechan su posición en las mezquitas para reclutar a jóvenes para luchar contra los "infieles" con las promesa falsas de convertirlos en "mártires". ¿Qué está pasado? ¿Por qué no se han tomado medidas? ¿Qué hacen las instituciones? ¿Dónde están las denuncias de las asociaciones, comunidades islámicas, etc.? ¿Son suficientes los programas de integración? ¿Se va a seguir con los guetos?
No es el momento de hablar de ello, ¿o sí?, pero aun sabiendo que el terrorismo no es un problema de Barcelona, Catalunya o España sino de todo el mundo, hay que trabajar, coordinados, para buscar soluciones que lleven a una convivencia pacífica que aparte el miedo, el odio y la discriminación de la vida cotidiana.
La clase política tiene que dejar a un lado las discrepancias partidistas y trabajar codo con codo para garantizar la seguridad, la convivencia y la paz en todo el territorio. La ciudadanía se lo va a agradecer. En este caso, el fin justifica los medios.
Artículo publicado originalmente en Catalunyapress.
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