Desde hace años no se conoce una huelga del sector del taxi en Barcelona como la que se está viviendo estos días. No solo la capital catalana está siendo escenario de la ausencia de un transporte público tan importante, sino que a la misma se han sumado otras ciudades españolas. El motivo, la “competencia” desleal de los vehículos con conductor (VTC), que están usando los conductores de Uber y Cabify y que al parecer se están haciendo con el mercado…
La situación es complicada, no viene de ahora, sino que del tema se lleva unos pocos años hablando. ¿Tienen razón los huelguistas? Seguramente una parte importante la tienen, no toda. No obstante, sus derechos terminan donde empiezan los de los ciudadanos, que se han visto privado de un servicio público muy importante. Varios sectores están sufriendo las consecuencias de esta huelga que en más de un caso se ha radicalizado, aunque la vendan como una huelga pacifica, reivindicativa y justa.
Los miles de turistas que han elegido la ciudad condal para disfrutar de unos días de descanso, se han visto sorprendidos por la falta de un transporte que les lleve a sus lugares de destino. Las explicaciones de los huelguistas no han convencido a los sufridos turistas y las autoridades competentes no han sabido ofrecer otra alternativa de transporte. Los autobuses del aeropuerto han sido insuficientes para dar respuesta a la demanda. El metro y el tren también se han visto desbordados: previsiones, cero.
Las imágenes que han ofrecido los huelguistas dejan mucho que desear. Flaco favor están haciendo a su profesión, a otros sectores y a la imagen de una Barcelona que lleva tiempo siendo castigada por otros temas.
Las negociaciones con el Gobierno se han iniciado, pero los conductores no están satisfechos, quieren más concesiones en menos tiempo. Lo que no han conseguido antes lo quieren ahora y ya. ¿Le han perdido el respeto al Gobierno socialista? Eso parece y están dispuestos a seguir ocupando otros lugares estratégicos si no se salen con la suya. En el resto de España, la situación no es mejor.
Derecho de huelga, sí; derechos y respeto a los ciudadanos también. Las calles dejaron de ser de unos pocos. Las calles son de todos. Ese derecho debe mantenerlo el Gobierno central, el autonómico y el local. No se puede permitir los que están haciendo los taxistas. Siempre han sido un colectivo con claro-oscuros y en entredicho.
La calle ni era de Fraga ni ahora debe ser de los taxistas.
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