En estos últimos días ha sido noticia -con controversia incluida- la visita no autorizada por el juez de Josep Rull a su hijo, que se encontraba enfermo en el hospital. Algunos han tratado el tema como un privilegio más de lo que dicen son objeto los políticos presos en cárceles catalanas.
Soy de las que creen que un preso tiene derecho a visitar a su hijo o a cualquier familiar que esté enfermo y que debería existir más flexibilidad para ello. Para todos. Lo mismo que pienso que Zaplana debería ser atendido en su casa o en un hospital, dado la enfermedad que padece. Los presos no son animales, son personas. Es un derecho, por muchas ‘trampas’ que haya hecho en su trayectoria política. Discutir los dos casos -hay más, pero no son tan mediáticos- no es de recibo.
También soy de la opinión de que la prisión preventiva para cualquier ciudadano no debería eternizarse por muy larga que sea la instrucción del caso. Si es así, hay que dejarlos en libertad a excepción de los asesinos. Las personas deben estar en prisión cuando haya sentencia.
No es menos cierto que lo que está sucediendo en las prisiones catalanas -son de la que tengo más datos- tiene sus luces y sombras: privilegios para unos, trato discriminatorio para otros, actitudes de algunos funcionarios que se creen los sheriffs de los centros y ‘putean’ no solo a los presos, sino a los familiares. Son como se dice ‘los putos amos’. Nada de protestar porque luego las consecuencias las pagan los internos. Hay cantidad de ejemplos.
La imagen de las visitas de ilustres personajes de la vida política, social y mediática -algunos de ellos con coches oficiales y fuera del horario de visitas que marca el reglamento- es un mal ejemplo para el resto del personal recluso, cuyos familiares tienen que esperar fuera durante horas, seguir el protocolo en algunos casos vejatorios, para después comprobar como otros, para no juntarse con el populacho a los que algunos también tildan de delincuentes, tienen entradas “especiales”, con personal de protocolo incluido. Eso pone de manifiesto que no todos tienen los mismos derechos.
Aprovechando las tristes circunstancias de los políticos presos -que deberían estar ya en la calle hasta que sean juzgados, y su presencia diaria en los medios de comunicación para que se haga una “revolución” dentro de las mismas-: que se introduzcan todas las mejoras que son necesarias para los internos, desde el trato personal, atención médica, control sobre los “suicidios”, desterrar el monopolio de los economatos -cuyos precios son abusivos, tanto en la alimentación como en la compra de televisores, estufas etc.-, mejor trato a las familias. Que no entre droga en los recintos. Que a los enfermos mentales los traten como tal y que nos les den medicación que los hacen ir como sonámbulos para que no molesten, lo que quiere decir que su rehabilitación es más que dudosa. Que todos los internos tenga los mismos derechos. Que la rehabilitación sea real, no un puro trámite para cubrir el expediente. Que los directores de los centros sean más accesible para las familias, en la actualidad no lo es.
Si hay voluntad política, las cosas pueden cambiar, ahora que tantos políticos entran por la puerta bonita en las prisiones. Sería bueno entrar de lleno en las tripas de unas prisiones con luces y sombras y no el orgullo de un país de primera como dicen que es Catalunya.
Derechos para todos, y prisión preventiva ajustada al tiempo -no puede ser eterna- y mejoras para todos los presos...
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