Todos contra Sánchez, menos el PNV naturalmente, que gracias a su experiencia y buena estrategia ha salido indemne de esta nueva crisis de la política española. Ya le vendría bien a Catalunya en estos momentos tan vidriosos, disponer de una formación capaz de moderar su talante nacional y de paso sacarle el partido económico y social que ahora tiene Euskadi, sin desencajar, al mismo tiempo, las cuadernas de un Estado, que cuanto más poderoso sea en Europa, mejor para todos los ciudadanos que en él vivan constitucionalmente unidos salvando sus diferencias.
Por fin ya sabemos cuándo hay elecciones. Se acabaron las palabras mayores y ahora viene cuando todos decidiremos si el nuevo Gobierno se va a parecer al de Italia, o ya somos mayores y tenemos la sensatez de una Alemania de grandes pactos y Ejecutivos estables.
Entre saetas, procesiones y mítines, nuestros políticos, por su escasa vocación para el diálogo, van a recorrer España en busca del disputado voto del Señor Cayo que escribiera el gran Miguel Delibes y que luego Antonio Giménez-Rico convirtiera en película. A los paulinos que queden en la península les va a caer una buena, cuando se les acerque a pedirles el voto alguno de los candidatos del trifálico mismamente el profeta Torra este si por delegación del belga que tiene a sus inocentes compañeros metidos en el lío del Supremo.
La campaña es muy sencilla. PP, Ciudadanos y Vox nos pedirán el voto para echar a Sánchez, por español traidor. Los independentistas harán lo mismo pero porque Sánchez es un cobarde. En ese estado catatónico encontraran Vds. al PDeCat, Esquerra Republicana y hasta los CDRS. Los podemitas nos asegurarán que si Sánchez hizo algo bueno en estos meses es gracias a ellos, y que, por lo tanto, los sufragios de la izquierda han de ser solo para Pablo e Irene, que han de continuar pagando las letras de su casoplón. Solamente el PNV les dirá que lo que nos espera en la próxima legislatura es seguir hablando y llegando a acuerdos, que es lo mismo que le hemos escuchado hoy mismo a su portavoz en rueda de prensa.
O sea: todos contra Sánchez. Incluso algunos de su propio partido, que cuando vean las listas de candidatos que va a hacer para el Congreso, se van a caer de espaldas, porque por lo poco que sabemos, pero lo mucho que intuimos, la limpia va a ser espectacular. Y lo más grave es que a los patriarcas sociatas la convocatoria electoral les ha pillado con el paso cambiado. Vamos, que o apoyan a Sánchez, o se tiene que presentar de nuevo Felipe González.
¿Qué datos demoscópicos maneja el todavía inquilino de La Moncloa para haberse tirado al ruedo y jugarse su carrera política a un solo envite? No lo duden, varios y muy sólidos, aunque, lo suyo ya no es valor, sino más bien confianza ciega, no en sus posibilidades, sino en el inmenso error que puede cometer la derecha al ir de caballo ganador con todos los medios económicos posibles, dispuesta a devolver al Reino de España a los tiempos de la Una, Grande y Libre.
Hace unos años, no tantos, diciembre de 1989, un viejo político regresó a su Galicia natal para batirse electoralmente contra todos sus rivales políticos, teniendo en contra a todos los medios de comunicación públicos y privados. Si no ganaba por mayoría absoluta, 38 diputados, se acababa su carrera política. Hasta los suyos, salvo muy honrosas excepciones, le miraban con pena, dándole como seguro perdedor. Socialistas, nacionalistas de Barreiro y de Pablo Vilar estaban dispuestos a pactar para que él no llegara al Gobierno. Todas las mañanas enviaba su mensaje electoral por la radio y a continuación se recorría todos los pueblos, todas las aldeas, todas las ciudades y hasta todas las tabernas y hasta iba a misa en todas las iglesias. Y, ¡oh sorpresa!, recontados ya los votos... ganó entre el asombro de sus enemigos. Sus ideas nunca han sido las mías, pero por aquel entonces, aprendí que muchos de los refranes que se dicen sobre esas cosas imposibles como ésta son muchas veces ciertos. Ya saben, les hablo de Fraga Iribarne, un exfranquista, que seguramente citarlo en estos momentos es pecado mortal. Fue un gran Presidente para Galicia y un contrapoder para la España que entonces mangoneaba en beneficio propio Jordi Pujol, el intocable, al que el viejo zapatones al frente de una nación histórica enseñaba los dientes y el prestigio. Como pueden suponer, este veterano periodista de izquierdas aprendió entonces que la historia se escribe así, y por ello sabe que hasta incluso puede repetirse ideológicamente pero en dirección contraria. Por eso, ahora que empieza a escribirse un nuevo relato, me hago una pregunta muy sarcástica:
Todos contra Sánchez, eso… ¿de qué me suena?
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