Hace ya demasiado tiempo que la incredulidad, indignación y sorpresa llenan la vida de demasiadas personas que se preguntan por la propiedad de las calles, plazas e instituciones.
Pintar las calles o adornarlas con símbolos determinados, colocar pancartas, lazos en las fachadas o en el interior de edificios públicos que albergan a los distintos gobiernos, o que los representantes porten simbologías que representan a una determinada ideología, ¿es ético? ¿Democrático? Creo que no. Nadie puede apropiarse de algo que es de todos. Si lo hace rompe todos los principios de convivencia, democracia y sentido común. "El ser humano construye demasiados muros y no suficientes puentes", decía Isaac Newton.
Los encargados de trazar puentes de convivencia y diálogo no pueden hacer lo contrario. Eso está sucediendo, se está poniendo en entredicho los pilares de la democracia. Hay que respetar las leyes y los derechos de todos, no solo de una parte, para no convertir el país en una salva.
Parte del Parlament de Catalunya, el Gobierno de la Generalitat y algunos ayuntamientos llevan tiempo saltándose las leyes que ellos han prometido respetar y hacer respetar, creando situaciones de crispación porque su representación se ciñe a una parte de la ciudadanía, y excluyendo a la otra que no piensa como ellos.
La política de exclusión no es buena consejera, crean feudos. Apropiarse de las instituciones y los espacios públicos es una actitud peligrosa, generadora de crispación que puede derivar en enfrentamientos y desórdenes. Decía Sófocles que "un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo".
La Junta Electoral, por la denuncia de Ciudadanos, ha pedido a las instituciones catalanas que retiren de sus instalaciones toda la simbología que hace referencia a lazos amarillos, carteles y fotografías de los políticos presos. El Ayuntamiento de Barcelona los ha retirado.
El presidente de la Generalitat y más de un conseller se han mostrado contrarios y hasta el mismo Torra ha manifestado que no piensa retirarlos. Desobediencia y actitud de partir. Él quiere pasar a la historia no por su gestión al frente de la primera institución de Catalunya, sino por su actitud de enfrentamiento con el gobierno, la justicia y todo lo que haga falta. Antes la falta de gestión, quiere pasar a la historia como mártir por la defensa de Catalunya. El victimismo es su estrategia y la bandera de los inútiles. Esto ocurre no solo en este país, sino que es la moda que recorre el mundo mundial.
Los espacios públicos no pueden convertirse en tablones de anuncios de las ideologías dominantes que además se otorgan la representatividad de todos, cuando solo representan a los suyos. "Nadie puede aterrorizar a toda una nación, a menos que todos nosotros seamos sus cómplices", sentenciaba Edward R.Murrow.
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