En 1792, cuando tenía 34 años de edad y le quedaban dos de vida, el revolucionario francés Robespierre se cuestionaba la disyuntiva república o monarquía y respondía que sólo conocía ‘la cuestión social’, lo que de veras importa. Yo creo que esta salida es acertada. No soy monárquico, pero ¿soy entonces republicano?; me parece accesorio. Lo básico, entiendo, es la calidad del Estado social y democrático de Derecho que hoy tenemos, donde la soberanía recae en la nación de ciudadanos y no en el monarca. En esta convergencia se habla de monarquía republicana, un pragmatismo que se renueva con la ejemplaridad y el sentido de responsabilidad de quien encabece el Estado y la nación: comportamientos adecuados y respetuosos.
El historiador Jordi Canal acaba de publicar 'La monarquía en el siglo XXI' (Turner), un libro que despliega argumentos y libre de demagogia. Ofrece breves análisis del pasado y del presente, y da notas sobre el futuro de la monarquía española. El profesor Canal refiere las alocuciones milimetradas de Juan Carlos tras el fin de la dictadura: un afán decidido de que los ciudadanos protagonicen su propio destino, y la nación sea una democracia moderna, integrada en Europa. Gracias a la habilidad, a la prudencia y al sentido del deber, la monarquía supuso un símbolo unificador y moderador. Pero esta institución comenzó a 'suspender' entre los españoles en 2011, con el caso Nóos (Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín) y otros turbios asuntos, como el accidente de Botsuana y la amante del rey Corinna Larsen. El estado físico del monarca campechano dejó de transmitir, se señala, la necesaria confianza. Abdicó y su hijo Felipe VI fue coronado (19 de junio de 2014). Con el nuevo rey ha aumentado el rigor (Canal destaca la minuciosidad con que prepara audiencias y discursos). Mandó hacer una auditoria externa de sus cuentas, se rebajó el sueldo un 20% y da muestras de una firme voluntad de ejemplaridad y transparencia. Ha hecho una abierta distinción entre familia del rey y familia real.
Se ha de transmitir con claridad que el precio económico de nuestra monarquía es muy inferior al de otras repúblicas europeas. En cualquier caso, lejos de los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad, separatistas y populistas tienen por objetivo derribar la monarquía, por ser pilar de la España constitucional.
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