Ya lo habíamos advertido, votar se ha votado, cada persona lo ha hecho por la formación política que ha considerado oportuna. Es lógico que eso sea así. El problema se presenta cuando la lista más votada no cuenta con la mayoría suficiente para gobernar, y necesita pactar con uno o varios partidos. Ahí es cuando viene el problema, porque durante la campaña los protagonistas se han dicho de todo, como los niños en el patio del colegio. En España no sucede lo mismo que en otros países europeos, donde pueden pactar partidos de derechas y liberales con la izquierda, no hay tradición, porque priman más los intereses partidistas que el interés de país, pero es que, además, una buena parte de la ciudadanía tampoco lo aceptaría. España es diferente hasta en eso.
Por esa dignidad mal entendida está en juego en Madrid la presidencia de la comunidad y la alcaldía, sin olvidar que aun queda por cerrar la investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno. En Barcelona, el ayuntamiento de la capital catalana se debate entre tener un gobierno independentista o constitucionalista, que no es poco. En la plaza Sant Jaume, donde se encuentran el gobierno de la Generalitat y el municipal, históricamente habían gobernado partidos diferentes, lo que ha garantizado una buena salud democrática. Ese pacto no escrito puede saltar por los aires, si los partidos constitucionalistas no se ponen de acuerdo. Ada Colau, que ha adoptado una postura ambigua, mientras se llama constitucionalista, también ha jugado con los independentistas.
La misma noche de conocerse el resultado ya se brindaba para gobernar. Al día siguiente, Ernest Maragall ofrecía un pacto a tres: ERC, Comunes y JxCat, oferta que no quiere Colau porque pactar con los convergentes sería su muerte política. Hay que recordar el batacazo que se ha dado en Sant Martí, donde en las anteriores elecciones se había hecho con los votantes socialistas y ahora han vuelto de nuevo a ellos. Si acepta este tripartito le sucederá como a Podemos, que ha sido el partido que peores resultados ha conseguido en estos últimos comicios. La gente no perdona a la formación morada que cuando el parlamento suspendió a los políticos presos, ellos votarán en contra. Son las contradicciones de un Pablo Iglesias que durante los primeros debates de las elecciones generales aparecía con la constitución en la mano como el máximo defensor de la misma, hasta que alguien le dijo que eso era bolivariano, y se la dejó en casa.
La otra fórmula es la de Comuns, PSC y Ciudadanos, que para ella es incomoda por pactar con la derecha y supone que para los socialistas también, ya que ella los echó del gobierno. Existen otras fórmulas de gobierno en solitarios, pero hay demasiados intereses para que eso sean posible.
Si hubiera que definir la situación actual es la de una partida de cartas. ¿Quién ganará la partida? El que juegue mejor o el que sepa hacer trampas. Estamos empezando ¡hagan juego señores!
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