Este pasado sábado la atención informativa y parte de la ciudadana estaba puesta en la constitución de los ayuntamientos tras las últimas elecciones del 26M. Mientras que en la mayoría de los entes locales estaba claro qué partido o coalición iba a gobernar los próximos cuatro años, en otros hasta horas antes seguían las dudas y los acuerdos estaban en el aire.
Los ayuntamientos de Lleida y Tarragona han dejado de tener gobiernos socialistas. En Girona hace ya unos cuantos que tampoco gobiernan. Los buenos resultados conseguidos por el PSC, sobre todo en al área metropolitana y Barcelona ciudad, donde ha doblado el número de concejales, con pactos de gobierno con los Comunes incluidos, son significativos.
El PP ha vuelto a ganar las elecciones en Castelldefels y Badalona, pero se ha quedado en la oposición por los pactos de las distintas formaciones. El caso más significativo ha sido el de Badalona donde hasta la noche anterior todo parecía indicar que García Albiol recuperaría la alcaldía. No ha sido así. Los socialistas no le han devuelto el favor al popular al no apoyar con sus votos al candidato, gesto que ha molestado a García Albiol, quien en su día facilitó a los socialistas hacerse con el bastón de mando del ayuntamiento. En política, la gratitud no tiene cabida. "El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien", decía Francisco de Quevedo, aunque los hombres o las personas de bien han quedado trasnochadas y ya casi nadie se acuerda de lo que significa.
La constitución del ayuntamiento de la capital de Catalunya era el oscuro objeto de deseo de los independentistas, especialmente de los republicanos y su cabeza de lista, Ernest Maragall, cuyo apellido le ha hecho ganar las elecciones, pero no lo suficiente como para culminar su carrera política como alcalde, su máximo sueño. La ambición y la revancha contra sus excompañeros socialistas han sido malas consejeras. En política, los errores se suelen pagar muy caros.
Tras el fracaso, Ernest Maragall debería dar un paso atrás y dejar su puesto a otra persona de la lista, que haga de oposición, que trabaje con ilusión, amplitud de miras y sin "enemigos" irreconciliables.
Si tuviéramos que destacar un discurso de los portavoces/cabezas de lista del nuevo consistorio, sería el de Manuel Valls, persona con experiencia de gobierno, ideas muy claras, político de talla que ha dado tres votos necesarios a Colau de los concejales que no están afiliados a Ciudadanos: Celestino Corbacho, Eva Parera y él mismo. Lo ha hecho para impedir que el independentismo se hiciera también con el ayuntamiento de Barcelona, con los fines que el propio Maragall ha manifestado a lo largo de la campaña: "la emancipación de Catalunya y el derecho de autodeterminación". Con estas afirmaciones, la decisión de Valls estaba tomada desde el primer minuto que se conocieron los resultados, aunque Albert Rivera y parte de su ejecutiva no estuvieran de acuerdo con la decisión.
La nueva alcaldesa, ambigua en su discurso, ha dicho que pondrá a votación la decisión de volver a colocar el lazo amarillo en el balcón del ayuntamiento. Algunos dicen que debe ser como agradecimiento a la generosidad de los votos de Valls. Una polémica innecesaria en su discurso. Esto significa que puede haber sido un guiño a algunos de los independentistas que tienen dentro de su partido. Si no es así, el PSC va a tener más de un problema.
Ahora lo que toca es esperar cómo queda repartido el cartapacio entre Colau y Collboni y si la Diputación de Barcelona, contrapeso político y económico muy importante va a estar presidido por algún/a socialista. Lo mismo ocurre con el reparto de cargos en la AMB, donde los socialistas han vuelto a recuperar peso y quieren transformarlo en poder. "El poder es como un violín. Se toma con la izquierda y se toca con la derecha", solía decir el periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano.
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