En el teatro de la política, ahora también en el deporte, nada es lo que parece, sino lo que el director quiere que la gente vea. Un buen guion puede suplir la mala actuación de un actor. Lo mismo que un buen actor puede llegar a tapar un mal guion, está más que comprobado.
Ya ha terminado la Supercopa 2020 de fútbol celebrada en Arabia Saudita, con el Real Madrid ganador de este trofeo, tras el resbalón del Barcelona que ha perdido unos cuantos millones y credibilidad. Pero no vamos a hablar de eso, sino de la complicidad de la Federación Española de Fútbol y los equipos españoles en contribuir al lavado de imagen -por dinero- de un país donde los derechos humanos, la libertad de las mujeres y la libertad de expresión brillan por su ausencia.
Los 140 millones que se embolsará la Federación por jugar durante tres años el campeonato en el país de los petrodólares los justifican afirmando, entre otras escusas, en que gracias a la competición, se ha conseguido que las mujeres pudieran estar en las mismas gradas que los hombres y entrar por la misma puerta en el estadio. Una gran victoria la del mandatario futbolístico español. Claro que, cuando se baja el telón, cuando se apagan las luces y los asientos del estadio ya están vacíos, la realidad vuelve a su estado habitual; las mujeres seguirán ocupando unas gradas y los hombres otras. Este es el gran logro conseguido “gracias” a llevar allí la competición futbolística española. El gran triunfo, como se puede comprobar, ha saltado por los aires. ¿Hablará del tema, ahora, Luís Rubiales? Está claro que no. Si lo hace, buscará una excusa para seguir justificando los 140 millones de euros que valen más que toda una democracia. Son situaciones que se dan cuando algunos se tapan la nariz, e incluso se ponen una venda en los ojos.
Que el príncipe encargado del deporte de Arabia Saudita explicara que el país está cambiando, es una alucinación provocada por la arena del desierto. Las cosas continúan igual: las mujeres siguen siendo propiedad de los hombres, tienen que pedir permiso a su marido, padre o hermano hasta para salir a la calle. Por si fuera poco, el papel que juega la policía religiosa para que las féminas cumplan las leyes es de una crueldad extrema por el miedo que ha implantado en el país ¿Apertura? Dicen que la crueldad es la fuerza de los cobardes.
“Si el emperador me quiere, que me pague, pues sólo el honor de estar con él no me alcanza”, dijo en su día Wolfgang Amadeus Mozart. Es una frase que define muy bien la actitud de algunas personas, en este caso de Luís Rubiales, que antepone el dinero a la dignidad de una entidad que “maneja” a millones de personas a través de los equipos de fútbol.
El fútbol es o debería ser un deporte donde los valores juegan un papel importante, no solo entre los que lo practican sino también en los espectadores, especialmente en los niños, que serán los hombres y mujeres del futuro. “Cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol", escribía el escritor y filósofo Albert Camus, gran aficionado a este deporte. Esos valores hoy más que nunca están ausentes del fútbol, porque los que tienen que dar ejemplo, caso Supercopa, se los han echado a la espalda. Alguien debería pedir que no se utilice al deporte rey y a las grandes figuras del fútbol para lavar la cara de regímenes autoritarios. Que el próximo año la Supercopa no vuelva a jugarse en Arabia Saudita, rectificar es cosa de gente con valores.
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