La intervención de Pedro Sánchez para explicarnos la naturaleza del estado de alarma ha sido clara y contundente. Solo hay que ponerle un pero: debió haberla hecho hace ya varios días.
Ahora toca que sea eficaz, y que la pérdida de un tiempo tan valioso no retrase más de lo debido la eficacia de las medidas adoptadas. Pero, ahora mismo, no es el “tempus” de lamentarse sino de unirse todas y todos en la lucha por la vida, que es lo que nos estamos jugando, especialmente las personas mayores y los más débiles físicamente hablando.
Debemos ser responsables cuidando de no escenificar excesos públicos, como pasear innecesariamente como si no pasara nada o atropellar a otras personas al saquear los supermercados empujando a los demás. El que tenga ganas de juerga que se vaya al cementerio y no la pague con la gente que solo quiere sobrevivir a esta gran tragedia.
El viernes me tocó ir, como cada día, al Oncológico, y ahí vi miedo en el personal sanitario porque se les habían colado en su día a día tres infectados de coronavirus que no eran los enfermos a los que estaban curando; algún acompañante indebido había causado la catástrofe innecesariamente. En ese momento sentí más angustia por los médicos y enfermeras que por mí mismo, y como yo, los otros enfermos que esperábamos en la sala de visitas para entrar a las máquinas.
NO hay derecho. Esta pandemia no es un chiste y los que sobran en todo este drama son los gilipollas y los irresponsables. O sea: esa clase de compatriotas que juegan con la vida de la gente normal, con nuestras familias y, en resumen, con la vida del prójimo. Se acabaron las bromas. Hasta aquí hemos llegado.
Al Presidente del Gobierno solo le digo una cosa: Ya era hora.
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