El diario Público, una publicación digital próxima al comunista Jaume Roures * y Podemos sacaba a la luz el 14 de Abril del 2013 un histórico artículo sobre el penúltimo exilio de un Rey de España, ocurrido otro 14 de Abril pero de 1931. El texto es del Ministro de Marina de entonces, el compañero de viaje de Alfonso XIII que hoy, muy bien podría firmar cualquier otro de los actuales íntimos de Juan Carlos I y que, se mire por donde se mire, es un texto desagradable de leer, sobre todo si, al mismo tiempo, recordamos lo que luego sucedió en nuestro pobre país tras su huida y que todavía, 89 años después, republicanos o monárquicos, no hemos conseguido superar.
Se dice en el texto: 14 de abril de 1931. Alrededor de las 16.30 horas el todavía rey Alfonso XIII permanece en el Palacio Real de Madrid junto a los ministros del equipo de Gobierno del almirante Aznar. La decisión de abandonar el país ya está tomada. El rey, pensativo, se acercó a uno de los grandes ventanales de Palacio. “Esta es la que casa en la que nací y quizá no volveré a ver”, pronunció. No se equivocaba. Esa misma noche Alfonso XIII huyó de España. Primero se dirigió a Cartagena en su coche deportivo de lujo y allí embarcó en el buque 'príncipe Alfonso' con destino a Marsella. Nunca más volvería en vida. Sus restos fueron traslados a España en 1980 siendo recibidos por su único hijo vivo: Don Juan, el que nunca fue rey.
Los ministros del gobierno del almirante Aznar estaban reunidos en Palacio desde las 12 del mediodía. La decisión de “empaquetar” al rey hacia Marsella fue tomada el día antes, el lunes 13 de abril. El gobierno había explicado a Alfonso XIII que en caso de querer batallar con las armas el resultado de las elecciones municipales del 11 de abril no podrían contar con gran parte del Ejército y de la Guardia Civil. Solo el ministro de Fomento, Juan de la Cierva y Peñafiel, defendía que el monarca debía permanecer en España. El rey, aseguraba, no quería que se derramara sangre por él. Años más tarde, cuando la Guerra Civil y en una situación óptima para la victoria, Alfonso XIII olvidó el pacifismo, el amor a su pueblo y apoyó fervientemente al general Franco.
Estos son algunos detalles de los nueve folios que escribió el ministro de Marina José Rivera y Álvarez de Canedo, el hombre encargado de sacar al rey de España y trasladarlo sano y salvo a Marsella. El tono es aséptico, casi de nota de prensa. El relato, sin embargo, ofrece todo lujo de detalles de los últimos minutos del monarca en suelo español y de cómo ya en aguas francesas y tras recibir honores militares el rey Alfonso XIII rompió a llorar. “Dispense Don José, no lo he podido evitar”.
A esta resumida descripción hay que sumarle 9 folios más, posiblemente los más realistas de la caída de la Monarquía española de entonces y que ahora ya son solo historia, pero que, por primera vez a las nuevas generaciones le pueden servir, con equidad, para juzgar los acontecimientos que se deriven de lo que suceda en España cuando el Rey Emérito salga de lo que fue su reino para irse a donde decida esperar que le llame la Justicia primero la humana, y luego la Divina.
Olvidar que tras el último exilio aquí hubo una guerra civil es un derecho que tenemos todos, ganadores y perdedores de esa guerra, ya quedan pocos, con el único fin de que el paso siguiente que ya han premeditado los que a continuación quieren cargarse a Felipe VI, no se haga realidad, al menos hasta que la mayoría de la gente pueda meditar sosegadamente sobre como quiere vivir su futuro y luego, tranquilamente, decida lo que es mejor pacífica y ordenadamente. Si no lo conseguimos volveremos a despertar el odio dormido, y lo que es peor, el fantasma de una nueva y terrible confrontación entre hermanos. En ese caso, la historia, nuestra historia, se repetiría …desgraciadamente.
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