En las negociaciones de ERC y Junts para llegar al acuerdo de gobierno, mediáticamente ha quedado fuera de juego Carles Puigdemont, que pese a que se han celebrado unas elecciones se sigue considerando presidente de la Generalitat y como tal tiene “la potestad” de seguir dirigiendo al independentismo. Este hecho no le ha hecho ninguna gracia. Así que cualquier ocasión es buena para salir a la palestra y soltar algunas de sus paridas para que los medios podamos recogerlas y hacer de voceros.
Si hace unos días varios medios de comunicación publicaban que Marruecos podría concederle asilo político a Puigdemont, con gran sorpresa de casi todos, esta semana, Puigdemont le devolvía el favor al país “ultra democrático marroquí” al manifestar su apoyo al reino de Marruecos en el conflicto diplomático-humanitario que mantiene con España.
El apoyo dialectico -twittero de Puigdemont al opresor régimen marroquí llama poderosamente la atención -no es nuevo- del talante humanitario y político del huido. El drama de las más de 9.000 personas -más de 2.000 niños y jóvenes que no llegan a la mayoría de edad- que ha enviado el régimen autoritario del rey más rico de África solo merece la repulsa más contundente. Su rey, que la mayor parte del año vive en Francia en uno de sus muchos palacios, deja morir de hambre a sus súbditos, que tienen que huir de su país exponiéndose a la muerte como se ha ido comprobando a lo largo de los años. ¿Qué clase de gobernante y jefe espiritual es el rey Mohamed VI con esta actuación? No tiene el menor escrúpulo en empujar a los niños a marcharse de su país. Es un dictador a quien solo mueve el lujo, la avaricia, y el dinero.
Que Puigdemont aproveche la situación dramática e inhumana de estas personas por la venganza del régimen autoritario porque España ha permitido que el líder del Frente Polisario, enfermo, esté siendo atendido, por motivos humanitarios en un hospital español, dice mucho de la calidad del expresidente de la Generalitat de Catalunya. Todo no vale, la ética, la responsabilidad y la humanidad que reclama para él, no la tiene para los demás. ¿Está perdiendo Puigdemont algo mas que su humanidad, coherencia y solidaridad? Decía Arthur Schopenhauer que “el patriotismo es la pasión de los tontos y la más tonta de las pasiones”. En situaciones como estas, en que se necesita el apoyo y solidaridad de todos, lo mejor es estar calladitos. Es la manera de no meter la pata y ser considerado insolidario. No se trata de ser patriota, se trata de ser persona. No me gustan los patriotas, de ninguna ideología, las personas están por encima de los símbolos, las banderas y los territorios. Puigdemont, calladito estás más guapo y además disimulas tus carencias.
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