Siempre me había parecido que el ahora presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, - Juanma para los amigos- era un político mesurado, con criterio, sin grandes estridencias y con poco afán de protagonismo. Esas cualidades, más el pacto con Ciudadanos y Vox en el primer mandato, pese a que las elecciones las ganó Susana Diaz, le hicieron presidente del Gobierno andaluz. Esos cuatro años, cómodos con Ciudadanos y discreto con el partido de Abascal, lo fueron consolidando como un político consistente.
En abril de este año convocó elecciones - anticipadas- para celebrarlas el 19 de junio. El mal candidato de los socialistas, y la buena imagen de Moreno Bonilla - que contribuyó a ello el vicepresidente Juan Marín del partido naranja- hicieron posible la mayoría absoluta del PP, que dejaba a los socialistas fuera del gobierno andaluz después de 40 años. Un triunfo tan contundente no lo esperaba nadie: ganar sí, pero no la mayoría absoluta obtenida.
Moreno Bonilla había conseguido lo nunca visto: consolidarse como figura nacional del PP, además de ser la otra cara de la moneda de su compañera, Isabel Díaz Ayuso, que representaba, hasta ahora, todo lo contrario que él: prudencia, templanza y conseguidor de pactos. Todos le daban ya como el posible sustituto de Feijoo si este termina quemándose. Pero he aquí que el prudente de Juanma se ha soltado “la melena”, y ha dicho que sí a la estrategia marca desde Génova de dinamitar al presidente del gobierno Pedro Sánchez, con un material tan sensible y populista como la bajada de impuestos que ha anunciado no hace tantas horas en el transcurso de su intervención en un Fórum, en Sevilla.
Moreno Bonilla anunció – ya es efectivo- la bajada del impuesto de Patrimonio del que se beneficiarán 5.000 empresarios, que dejarán de pagarlo. También deflactar el IRPF para atenuar el impacto de la inflación, supresión del impuesto de donaciones y la supresión del canon del agua a partir del próximo año. Con todas estas medidas, la Junta dejará de ingresar 900 millones. El líder del PP andaluz presumió de que esta será la sexta rebaja de impuestos que ha realizado desde que es el presidente de los andaluces.
Rompiendo esa imagen de persona prudente y conciliadora, remató su faena invitando a los empresarios catalanes - ¿porque no al resto?- a que se vayan a su a Andalucía. Lo hizo con el siguiente argumento: “En Catalunya hay impuesto de sucesiones y donaciones y hay impuesto de patrimonio y aquí no, y además aquí no nos vamos a independizar nunca porque somos orgullosa parte de España”. Estas declaraciones han provocado el rechazo del gobierno catalán y no se ha hecho esperar, lógico por otra parte, una respuesta: han venido a decir que dejen a Catalunya en paz. Suponemos que Alejandro Fernández, líder del PPC, debe estar tomándose unas cuantas tilas, aunque la disciplina de partido la tienen que asumir sin rechistar.
El acto del hombre tranquilo, Juanma, no es un hecho aislado, ni que haya surgido por generación espontánea, sin malicia: es una estrategia de todo el partido para dinamitar al inquilino actual de Moncloa. Lo hacen cuando el presidente español se encontraba en Nueva York, participando en la reunión de la ONU y chupando cámara de los medios amigos que se ha llevado a la ciudad de los rascacielos.
Como nada es casual, a las pocas horas, el presidente de Murcia salía explicando que su gobierno también aplicará rebajas fiscales. Eso quiere decir que la siguiente en anunciar las rebajas será Galicia., no lo duden ni un instante.
La tensión entre los dos grandes partidos, PSOE y PP, va a ir en aumento en relación directa a la proximidad de las elecciones municipales y algunas autonómicas.
El presidente de Andalucía, al igual que hiciera en su día la presidenta madrileña, se ha metido en un buen barrizal populista, algo que nadie creía que llegaría hacerlo. ¿Le saldrá bien?
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