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Al presidente Aragonés no se le dirige “telemáticamente”

Carmen P. Flores
Directora de Pressdigital

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Dicen que en algunas ocasiones, aunque a algunos no les guste, hay que dar un puñetazo - metafórico- en la mesa para decir basta, se ha terminado, hasta aquí hemos llegado y no sé cuántas cosas más. Si lo prefieren para no herir a los más sensibles, cuando llega un momento que el vaso se ha llenado, unas gotas más hacen que este se desborde. Y es sabido lo que ocurre en estos casos.

 

El president de la Generalitat, Pere Aragonès (c), al término del debate de política general anual, en el Parlament de Catalunya, a 27 de septiembre de 2022, en Barcelona, Cataluña (España). Durante su comparecencia, el presidente de la Generalitat, ha an
El president de la Generalitat, Pere Aragonès (c), al término del debate de política general anual, en el Parlament de Catalunya, a 27 de septiembre de 2022, en Barcelona, Cataluña (España). 


Eso es lo que le ha ocurrido este jueves al presidente de la Generalitat de Catalunya, Pere Aragonès, cuando en un alarde de coherencia institucional ha cesado al vicepresidente, Jordi Puigneró, de Junts. Lo ha hecho porque está cansado de todos los envites que está recibiendo en lo que lleva de gobierno, poco más de un año, y en el que ha tenido pocos momentos de tranquilidad para gobernar e intentar arreglar los múltiples problemas que tiene Catalunya, amén de los adquiridos por la pandemia, y ahora la guerra en Ucrania.


Las diferentes” almas” que componen Junts hacen que no haya unas directrices claras, en una sola línea. Si no había bastante con Puigdemont dirigiendo desde la distancia el cotarro, ahora, Laura Borrás, resabiada por haber perdido la presidencia del Parlament de Catalunya, busca vengarse de la mejor manera posible de ERC. Es un tema personal, sin importarle las consecuencias que están teniendo en el país la inestabilidad en la que se encuentran las dos principales instituciones de Catalunya. En Junts hay gente realista y preocupada por la situación, pero está siendo apartada. Ahora se quiere dar la batalla, aunque sea mediática, para dar vidilla a los militantes y simpatizantes. 


Lo que deben hacer los posconvergentes con sentido común y de país es sacarse de encima a Puigdemont, Borras, y a algún talibán más que están echando más leña al fuego para que arda el país.


Desde que Artur Mas, muy aficionado a todo lo relacionado con el mar, fuera elegido presidente de la Generalitat de Catalunya en el 2010, en su discurso de investidura manifestaba que “pese a los fuertes golpes de viento y de mar que han hecho escorar y algunas veces embarrancar el barco de nuestra historia, la vitalidad del catalanismo ha proporcionado a la gente una brújula y un mapa muy valiosos". Entonces, con la euforia del ganador, manifestaba que ponía rumbo a Ítaca, llevando el timón. 


La tranquilidad que le caracterizaba, la poca cintura política y su interlocutor en Madrid, un gallego con retranca, Mariano Rajoy, presidente del gobierno de España, fueron “decisivos” para cambiar el rumbo del barco. De golpe pasó de ser liberal nacionalista a independentista con voluntad de separarse de España. Así que el barco de Más se convirtió en el barco del procès, que con la mala mar que había estaba condenado a estrellarse contra las rocas. En ese naufragio cayeron unos cuantos: el propio Artur Mas cuando en las elecciones del 2015, en las que su partido perdió 15 diputados, la CUP, para apoyar al nuevo govern, pidió su cabeza, que le fue servida para poder gobernar. La persona elegida, Carles Puigdemont, con unas características conocidas por todos y que sin pensárselo dos veces puso la directa para chocar con el muro del gobierno Rajoy. La consulta ilegal le valió ser procesado. Con este panorama, Puigdemont se marchó a Bruselas, desde donde ha pilotado telemática y mediáticamente el Govern hasta la llegada de Aragonés, que le ha puesto la proa, para la indignación de los dirigentes de Junts. Puigdemont, que dejó en su puesto a Quim Torra, el peor presidente que ha tenido la institución y “marioneta ” del huido, se hizo merecedor del “cuanto peor mejor”. La situación cambió con las elecciones que hicieron a Aragonés presidente con un pacto de gobierno con los de Junts y el apoyo desde fuera de la CUP.


Alguien se ha equivocado si pensaba que Aragonés, pequeño él, se iba a dejar manejar. Ya decía el Dalai Lama que “si piensas que eres demasiado pequeño como para marcar la diferencia, intenta dormir con un mosquito”. Pues eso es lo que les ha sucedido a Puigdemont, Borrás y compañía con respeto al republicano.


Con esta situación complicada, no se crean que Junts romperá el gobierno. Va a seguir, porque hay demasiados intereses de por medio. La situación, que está siendo tensa, se va a resolver la próxima semana, y las aguas volverán de nuevo a su cauce. Solo ha sido una pequeña tormenta del veranillo de San Miguel … para tensionar la cuerda, pero sin romperla.
 

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