Los extremos está claro que no son buenos, y menos aún para la democracia que suelen poner en peligro. Aunque no es algo nuevo de estos tiempos, - siempre han existido- , ahora se están dando con más insistencia. En Europa, el auge de la extrema derecha es una realidad constatable. En Latinoamérica, la izquierda ha ido ganando terreno. Pero algunas de ellas han derivado en extrema, o en dictaduras plenas. Son los casos de Nicaragua, Venezuela y Cuba, donde sus presidentes son auténticos dictadores que tienen a sus países atemorizados. En Venezuela, varios millones de personas han tenido que marcharse del país. La miseria del pueblo contrasta con la riqueza de su dirigente y su grupo de amigos que son cómplices.
Brasil, con un presidente de extrema derecha, Bolsonaro - eso sí, elegido en las urnas- está pendiente de la segunda vuelta que se celebrará el próximo 30 de octubre. ¿Puede haber sorpresas y no salir del Gobierno? Puede, dado el poco acierto de las encuestas realizadas en la primera vuelta.
En Europa, la extrema derecha gobierna en Hungría, Polonia, Eslovenia y, desde hace poco tiempo, en la cuna de las políticas sociales que siempre se ha considerado a Suecia. Esto ha supuesto una gran conmoción en los países europeos que han visto como se ha derrumbado otro mito. No es un hecho de menor calado, es algo preocupante y que lleva a preguntarse las causas del crecimiento de la ultraderecha.
El último país conquistado por ultraderecha y que confirma la tendencia ha sido Italia, donde una coalición con el partido Hermanos de Italia y su líder Giorgia Meloni se ha hecho con el gobierno, lo que ha convertido a su país en el primero de Europa occidental gobernado por la extrema derecha en la historia más reciente. La preocupación en la Unión Europea es importante teniendo en cuenta el programa electoral de la candidata y su rechazo al club de los 27. En el gobierno de coalición estarán también la Liga de extrema derecha de Mateo Salvini y Silvio Berlusconi, con Fuerza Italia. Tres patas para un banco que pone los pelos de punta.
Las dudas de por dónde va a ir la nueva presidenta italiana se han visto con la “elección” del presidente del Senado, Ignazio La Russa, el primer paso hacia la constitución del gobierno más derechista de Italia desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Pero quién es el nuevo presidente de la Cámara baja? Amén de uno de los fundadores del partido Hermanos de Italia, fue ministro de Defensa, y su padre fue secretario del partido fascista de Benito Mussolini. En el 2018 realizó un video con filmaciones de los recuerdos fascistas que guarda en su casa, incluidas fotos, medallas y una estatua de Mussolini, en exhibición en su casa. “Incluso hay un símbolo comunista, pero lo pusimos debajo de los pies [de la estatua de Mussolini]”, dice La Russa en el vídeo. De esos recuerdos el nuevo presidente del Senado se siente orgulloso, toda una demostración de por dónde puede pueden ir la línea de este político.
La sesión inaugural corrió a cargo de Liliana Segre de 92 años, senadora permanente, superviviente del Holocausto que, en un discurso - que provocó una ovación de pie- recordó a los parlamentarios el centenario de la Marcha de Mussolini sobre Roma que se conmemora a finales de este mes.
La nueva tendencia de la deriva de algunos países hacia la ultraderecha es preocupante. No hay que banalizar el fenómeno, sino que debe producirse una profunda reflexión de lo que se ha hecho mal y reconducir la tendencia. Hay que hacerlo con autocrítica: las cosas no son casuales, sino que son consecuencias de algo. Poner remedio debe ser una de las prioridades de los políticos, pero también de la sociedad. Los extremos derivan en dictaduras en ambos sentidos.
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