La huelga de la justicia, sin la complicidad de la gente

Hay estamentos que parecen intocables, se les tiene miedo y no respeto y consideración como debiera ser. Y es que han de transcurrir unas cuantas  generaciones para que a la gente se les pase el miedo y cuenten, digan lo que realmente les parece sin temer las represalias. Una de esas jerarquías es la justicia: jueces, fiscales, secretarios y hasta los funcionarios que atienden detrás del mostrador.

Cuando cualquier ciudadano que es objeto o interpone una denuncia por cualquier motivo que no viene al caso, la palabra justicia y todo lo que ello significa, le invade una doble angustia: por el juez que le va a juzgar, el fiscal, el abogado de la parte contraria y hasta la preocupación  - ¿miedo?- a ponerse nervioso, no responder lo que debiera, quedarse en blanco y podríamos seguir añadiendo más elementos. Eso, por un lado. Y por otro, después de haber esperado meses o años para que se celebre la vista, a continuación, le sigue la larga espera hasta que le notifican por carta la “sentencia”.

Si todo el proceso se retrasa, los afectados  suelen presentarse en los juzgado  para preguntar y, dependiendo del funcionario que les atienda, únicamente responden: ya les llegará la notificación -suelen decir-. Algunos de esos funcionarios son amables, otros excesivamente desagradables. Las personas que son mal atendidas siempre suelen decir que “ ellos tienen la sartén por el mango y no hay nada que hacer”. Con esa opinión más el cabreo correspondiente salen a la calle, enfadados y con la sensación de que los otros son intocables.

Tres cuartos de los mismos sucede cuando alguien pretende hablar con sus señorías: no suelen recibirlos, son pocos los que los hacen. La impresión que tienen los ciudadanos/ as es que la distancia entre ellos y la justicia es como el ancho del río de la Plata - es el río más ancho del mundo-. Escenario preocupante en un país donde ya lleva unos cuantos años de democracia. Las cosas deberían ser de otra manera, pero no lo son.

Si la justicia es lenta, en ocasiones ciega, muda, depende,¿ politizada? y está perdiendo credibilidad por su falta de cercanía y adaptación a los nuevos tiempos, ahora, con el gran retraso por acumulación de trabajo, hay que añadirle la huelga que empezaron los secretarios judiciales y a las que se han ido sumando otros colectivos del sector que amenazan con una huelga 

 que paralice el sistema más aún de lo que está, y la ciudadanía está que trina. ¿Entiende la gente la huelga? No ¿Es justo lo que piden? Sí, lo que sucede es que en cualquier huelga se busca la complicidad de los usuarios, que en mayor o menor medida pueden entender o apoyar la postura, porque genera empatía y solidaridad. En este caso que nos ocupa, la gente ni lo entiende, ni la apoya – siempre hay excepciones-, sencillamente la crítica e incluso a más de uno les hace “gracia” verlos manifestándose con pancartas por las calles.

La clase judicial no goza de simpatía de casi nadie. ¿Están tres escalones por encima de la gente?, algunos creen que sí. El cambio de mentalidad, la cercanía, la amabilidad, la empatía deberían estar presentes en su comportamiento diario, se les entendía mejor, gozarían de la comprensión y hasta tendrían la solidaridad de la ciudadanía. Sus reivindicaciones son justas, tienen derecho, están mal pagados, sí, pero también un poco de modestia y consideración con los demás no estaría nada mal.