El Tribunal Constitucional, como era de esperar, ha suspendido la ley que permite la investidura a distancia, aprobada hace pocos días por la mayoría independentista del Parlament de Catalunya.
Toni Comín el rápido, hace ya algún tiempo que cambio de producto: ha pasado de ERC a JuntsxCatalunya, el partido de Carles Puigdemont, donde hasta hace poco tiempo le ha estado ejerciendo de mayordomo moderno.
Eran las palabras de un político que sabe que estaba allí para cumplir el expediente, consciente de que era su debut y despedida.
Esta situación puede catalogarse como los cien metros lisos de los independentistas. Sus contrincantes: la justicia, el gobierno, los partidos de la oposición y el sentido común que tanto está faltando en este grave e irresponsable desafío.
El presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha afirmado que el próximo lunes es el día en que legalmente debe convocar elecciones, por lo que hay tiempo hasta el domingo para una investidura, pero JxSí "ya no puede hacer más ofrecimientos" y si hay elecciones serían casi con toda probabilidad el 6 de marzo.
Por lo que he leído y escuchado en las últimas horas, la sensatez ha desaparecido de la política catalana o, tal vez, ha sabido esconderse en algún lugar incógnito, del que podría salir en algún momento del proceso electoral que va a ponerse en marcha. Tras la decisión de la CUP de ser coherente con su ideología y decir que no a la candidatura de Artur Mas, este lógicamente se lo ha tomado muy mal y ha decido no quitarse de en medio y presentarse de nuevo para que lo elijan, bien en otra lista unitaria o bajo las siglas de Democracia i Llibertat, que sería lo deseable para saber con qué apoyos cuenta.