Las personas que se dedican a la profesión de políticos -es en lo que se ha convertido esta, en una profesión más que en una vocación remunerada – se cambian de partido político.
Lo malo para Iván Redondo es que el emperador al que él ha reverenciado en esta ocasión es de los que tienen poco poder y que lo que más puede esperar de su influencia es alguna embajada en Flandes, una Cruz de Sant Jordi y por supuesto algún libro-libelo de vez en cuando.