Dos acontecimientos importantes han tenido lugar este sábado: la toma de posesión de Pedro Sánchez como presidente el Gobierno de España y casi a la misma hora, la toma de posesión de los nuevos consellers de la Generalitat de Catalunya.
El acto solemne en el Palau ha sido un canto al independentismo, los presos políticos, la República Catalana y la obediencia ciega a la consulta ilegal del 1 de octubre, que es para ellos la voluntad del pueblo de Catalunya. Es decir, menos de la mitad de la ciudadanía.
El discurso de Torra, en la misma línea de Puigdemont, no ha sido un mensaje de esperanza a la unidad de todos los catalanes para empezar a cerrar heridas, sino un canto a la independencia. ¿Torra presidente de todos? No. Ha quedado muy claro cuáles siguen siendo sus intenciones, que son las mismas que su jefe Puigdemont.
La puesta de la pancarta en el balcón del Palau, con lazo amarillo, mensaje en catalán e inglés a favor de los presos “políticos”, ha sido la demostración de un gobierno de una parte -no mayoritaria- de los catalanes.
El panorama que se presenta en el Estado no es nada halagüeño. El nuevo presidente, Pedro Sánchez, tiene un gobierno débil, cuenta con 84 diputados, y con unos partidos que han hecho posible su llegada a la Moncloa que les van a cobrar caro sus votos.
En el caso de ERC y el PDeCat ya se sabe el cariz de sus pretensiones. Podemos ya está defraudada porque no van a formar parte del Ejecutivo y en cualquier momento puede cambiar de opinión. A todo esto, hay que añadirle que la Mesa del Parlamento la controlan el PP y Ciudadanos. En el Senado, la mayoría del PP es aplastante, la tendrá en contra, por razones obvias.
El primer problema de Sánchez es el desafío de los independentistas: la continuidad con su proyecto de República Catalana. Se ha visto este sábado ¿Qué va a hacer el presidente socialista ante esto? ¿Aplicar de nuevo el 155? ¿No darse por enterado? ¿Negociar con Torra?
La negociación que han planteado los gobiernos de Puigdemont antes, y ahora Torra es bien sencilla: negociar que se acepten sus pretensiones y que se le dé la bendición... No es una negociación, es una imposición, así de claro.
El PSOE de Sánchez se ha metido en un buen lio. La moción de censura está bien presentada, lo que no es de recibo es pretender gobernar en las condiciones en las que lo tiene que hacer: prisionero de otros partidos que no le han dado su voto gratuitamente. La convocatoria de elecciones inmediatas es la mejor opción para los socialistas; no se hará, a Sánchez, le gusta mucho el poder.
Decía George Bernard Shaw que "El hombre puede trepar hasta las cumbres más altas, pero no puede vivir allí mucho tiempo".
Artículo original publicado en Catalunyapress.
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