No hace falta ser pitonisa para adivinar que la primera reunión de la mesa para el diálogo convocada por Quim Torra y acogida con gran entusiasmo por el líder socialista Miquel Iceta iba a ser un fiasco. No por las ausencias, que también, de Ciudadanos, PP y la CUP, sino porque a priori ya había un cartel que decía "bienvenidos al país de una sola elección", lo cual ya da pistas de lo que podía suceder. No es diálogo lo que pretende Torra, es monólogo e imposición de sus ideas. Por eso, al término del cónclave del Palau, Iceta no salió demasiado contento de lo que allí se había hablado.
Decía Adolfo Suárez que "el diálogo es, sin duda, el instrumento válido para todo acuerdo pero en él hay una regla de oro que no se puede conculcar: no se debe pedir ni se puede ofrecer lo que no se puede entregar porque, en esa entrega, se juega la propia existencia de los interlocutores." De este tema sabía bastante el expresidente centrista que fue capaz de aglutinar a partidos con ideologías opuestas con el fin de hacer una transición política pacífica en España. Esto fue posible gracias al diálogo, la predisposición de los actores de entonces y a las renuncias de todos con el fin de conseguir el objetivo, que no era menor: retornar la democracia al país.
¿Para qué convoca Torra una mesa, cuando solo tiene un monotema que todos ya conocen? Es una estrategia más de cara a su público. Necesita escenificar que tiene voluntad, que quiere "diálogo", pero que son los otros los que se niegan. Eso lo saben los socialistas catalanes. No obstante, facilitan el juego con la falsa esperanza del cambio de postura de sus interlocutores. Los de En Comú Podem siempre están dispuestos a salir en la foto. ¿Saben los de Colau e Iglesias cuál es su espacio político y quiénes son sus votantes? El día que lo averiguen será ya demasiado tarde, se les van a ir los votos con la misma velocidad que les llegaron.
Dicen que para que haya diálogo es necesario "enfriar" el espíritu, hecho que al parecer no se ha producido, ni tiene visos de que ocurra, por ahora. Por eso las posturas radicales, cerradas o inamovibles tienen poco futuro en democracia. Si no hay diálogo, la democracia está en peligro.
¿Pero es posible el diálogo con el presidente de la Generalitat por delegación Torra? Habría que recordar las palabras dichas por Pedro Sánchez en mayo de este año: el nuevo presidente de la Generalitat de Catalunya, Quim Torra, "no es ni más ni menos que el Le Pen de la política española", pues en su representación política se materializa "la xenofobia y el racismo". Si era así lo que pensaba el ahora presidente ¿es posible negociar con Le Pen? Es evidente que el diálogo nunca debe tener límites, ni fecha de caducidad.
Escribía el dramaturgo francés Albert Guinon que "cuando no se elige al más animal de todos, parece que no es realmente democracia".
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