Ante la posibilidad de un adelanto electoral por parte del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, el pasado mes de diciembre, Pablo Iglesias, que nunca ha tenido la intención de abandonar la política, convocó las primarias en Podemos. La decisión solo era una pose, los votos para su candidatura los tenía atados y bien atados. Al final, los posibles candidatos a participar se esfumaron como por arte de magia, y eso que eran unos cuantos. El Podemos de Iglesias y Montero con la "organización" y transparencia que practican, cada día tiene más inscritos, pero la inmensa mayoría, a la hora de votar, no lo hacen, no participan.
Analizando los resultados de las votaciones, se puede comprobar que Podemos cuenta con 498.259 inscritos con derecho a voto. En las votaciones electrónicas han participado 60.038, que representa un 12,05% del total, lo que supone una abstención de 87,95%.
Pero aún así, el líder de Podemos y su colla hablan de éxito y triunfo rotundo. Creo sinceramente que ese 10,74% por ciento de votos corresponden a todos sus seguidores con cargos y sus familiares. Una estrategia aplicada por lo que ellos antes llamaban la casta -palabra que ha desaparecido de su jerga política- y que ellos han absorbido rápidamente.
Podemos, que nació del movimiento 15M, siempre ha sacado la bandera de la consulta a sus bases para las decisiones importantes. En la práctica se ha demostrado que precisamente las decisiones importantes no se han llevado a votación de las bases que tanto dice tener en cuenta. Craso error que se está viendo en la baja participación. ¿Desencanto? Eso cuentan muchos de sus "militantes". Podemos solo es fuerte mediáticamente, con un discurso que ya pocos se creen no solo entre sus inscritos, sino entre sus votantes: dicen una cosa y luego hacen la contraria, afirman los decepcionados. Es un régimen presidencialista y familiar.
Algunos explican que, aunque hay ciudadanos que confían en la formación morada, los resultados de las próximas elecciones van a pasar factura al hombre de la coleta, que es quien mueve los hilos del tinglado de Podemos y que no ha cumplido con lo que de él se esperaba. Es una desilusión para cientos de personas que se sentían huérfanas de la izquierda y que habían puesto todas sus esperanzas en un grupo de jóvenes dispuestos a cambiar el panorama político y su forma de hacer la política. A la hora de la verdad, mucha teoría, poca práctica, y rápidamente se han hecho con los herreros de una casta que ellos, en principio, detestaban.
Pese a que vendan las primarias como un éxito, una abstención del casi un noventa por ciento es un fracaso en toda regla para un partido que ha vendido que basa su política en el protagonismo de las bases, nada más lejos de la realidad.
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