Pertenezco a un tipo de personas para quien Julio Verne siempre será Julio Verne. No le podemos llamar Jules y pronunciar su apellido correctamente, a la francesa, so pena de 'falsificarlo' y hacerle perder el aura que le une a nuestras infancias. Nacido en 1828, este padre de la novela de ciencia ficción murió en 1905, año en que Einstein se doctoró. Unos meses antes de fallecer, Verne entregó a su editor la novela 'El secreto de Wilhelm Storitz', que no llegó a ver publicada. Hay que decir que hace cosa de treinta años se descubrió que ese texto que depositó fue alterado. El hijo del primer editor de Verne opinaba que aquel libro no era comercial y encargó a Michel Verne, hijo del escritor, que corrigiese aquella obra y otras más. En este caso, se cambió el final y tras pasar del siglo XIX al XVIII se suprimieron las referencias al ferrocarril. Ahora tenemos la versión original.
La acción se desarrolla en Hungría, donde sus campesinos, se nos dice, creen poder aprenderlo todo, mientras que los de Alemania creen saberlo todo. El malo de la novela es Storitz, es hijo de un científico alemán especializado en los rayos X (descubiertos, por cierto, en 1895 por el físico alemán Röntgen, y por lo que obtuvo el premio Nobel en 1901).
La ciudad húngara que padece sus fechorías queda despavorida y presenta una explosión de odio contra el terror de 'aquel alemán', un ser diabólico. Les cuesta aceptar aquel descubrimiento:
"los magiares presentan una tendencia natural a lo maravilloso, y entre las clases ignorantes la superstición resulta imposible de desarraigar. Para las personas instruidas, fenómenos de ese calibre sólo pueden ser resultado de algún descubrimiento de la física o de la química. Sin embargo, cuando se trata de espíritus de pocas luces, todo se explica mediante la intervención del Diablo, y Wilhelm Storitz pasaría por ser el Maligno en persona".
Pero el secreto de aquella invisibilidad estaba en la naturaleza de una sustancia. Aquel 'fantasma' podía morir y con la muerte, su cuerpo latente recuperaba su forma humana para los demás. Por cierto que H. G. Wells, autor de 'La máquina del tiempo', escribió en 1897 la novela 'El hombre invisible'.
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