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​Las secuelas de una huelga impopular

Manuel Fernando González Iglesias

Pasó la huelga del taxi en Barcelona, que ha dejado un malestar generalizado entre la ciudadanía, a la que los taxistas profesionales han pisoteado sus derechos sin la menor consideración y que, a medio plazo, significa que la gente va a exteriorizar su enorme cabreo, potenciando todos los avances tecnológicos que les permitan no coger un taxi, ni aunque se lo ofrezcan con paella gratis incluida en el precio de la carrera.


Madrid sigue igual. El gobierno del PP, con un Presidente de la Comunidad que sabe que no va seguir en el cargo, ha tirado de "heroica" y ha decidido repartir palos y no templar gaitas, como sí ya ha hecho la Generalitat del ínclito Torra, agobiada como está por la inminencia del juicio por el procés. Entre ambas administraciones no ha habido comunicación alguna y los de los coches y chalecos amarillos han hecho todo lo que les ha venido en gana, tratando de hundir, al mismo tiempo, una de la Ferias más importantes del mundo en el sector turístico, de la que viven ellos casi todo el año.


Los servicios mínimos no han existido, lo cual dice muy poco de la calidad democrática de los huelguistas y, sobre todo, de las Administraciones central y autonómicas, que debían haber obligado su estricto cumplimiento. ¡Parar FITUR y querer cerrar fronteras es una cuestión de seguridad nacional, Ministro Ábalos! Regular licencias es cosa, desde hace poco, de las Autonomías. A cada cual, lo suyo.


Mientras tanto, pensemos que en un futuro próximo los coches en las grandes ciudades serán eléctricos y, sobre todo, sin conductor. Una situación que no es ciencia ficción y que convierte la figura del taxista o el asalariado de Uber en anacrónica o en evidente declive. Mientras tanto ¿por qué no se miran los profesionales y los políticos ineptos el sistema de Taxis que se han inventado los ciudadanos y los profesionales de Denver, en el estado de Colorado, USA, donde han conseguido mezclar las tecnologías de las VTC pero donde las multinacionales que contratan a salarios bajos y condiciones laborales muy inestables han mutado en Cooperativas de profesionales, cuyas licencias son propiedad de los propios taxistas? A lo mejor el modelo le sirve a unos y a otros para que puedan convivir racionalmente en Barcelona y Madrid sin tocarnos a la mayoría silenciada los melindres con huelgas salvajes.


Y aunque eso no suceda porque hay demasiados obtusos yo, que nunca me he subido a un VTC, voy a comenzar a usarlo. Pediré a mis hijos que me enseñen qué es ese invento, y lo hago plenamente motivado, porque aquel tipo que vi en la televisión que gritaba como un poseso en Fitur "¡Aquí no entra ni Dios!", me ha convencido plenamente para no subirme a un taxi si no me he metido encima un par de copas de orujo del Ulla, por si las moscas, y además, por tiempo indefinido.


'Las secuelas de una huelga impopular' es un artículo original de catalunyapress.es 

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