La anorexia es una enfermedad de nuestros tiempos, cada vez más precoz; ahora fija su aparición entre los 11 y 12 años de edad. Es una enfermedad grave que exige una intervención inmediata y decidida. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), supone la segunda causa de muerte en los jóvenes, después de los accidentes de tráfico.
Leo el libro 'La anorexia juvenil' (Herder), de Giorgio Nardone y Elisa Valteroni; especialistas en psicoterapia breve y estratégica en un centro de la región italiana de la Toscana. Advierten que los resultados positivos de los tratamientos de esta patología no pasan del 40 por ciento, el 45 por ciento se hace crónico, y el 15 por ciento restante tiene un desenlace fatídico. Es un asunto muy preocupante que hay que saber tratar de la forma más adecuada, con mucho cuidado y competencia, si no las terapias pueden resultar contraproducentes. Hay un número cada día más alto de familias afectadas, incapaces de gestionar el problema y que con frecuencia yerran en su proceder. Los autores detallan varios casos clínicos y buscan dotar a los padres del carácter de coterapeutas e invertir el doble vínculo con los hijos anoréxicos: 'si me quieres, deja que no coma', replicando "aunque quisiera no podría, porque sería responsable del daño a tu salud o de tu muerte; por lo tanto, perdona, pero tengo que hacer lo que me ordenan". Hay que introducir claridad, firmeza, sosiego. Comprender cada trastorno como: "una armadura para defenderse que se transforma en una prisión de la que la joven no podrá evadirse por sí sola". El psicoterapeuta debe saber proteger y estimular al paciente, no pidiéndole lo que emocionalmente no puede hacer. Ofrecerle soluciones concretas, con un intercambio verbal y no verbal rápido e intenso.
Hay que hacer sentir más que hacer entender, y evocar sensaciones y reactivar los sentidos adormecidos por la abstinencia: "El deseo negado del placer de comer los alimentos prohibidos y el miedo a perder el control de la conducta restrictiva se revelaron los verdaderos objetivos de la terapia". El tratamiento de la anorexia juvenil implica también la resolución de los problemas relacionales, en apariencia no vinculados al trastorno alimentario. Hay que llevar al paciente a enfrentarse a todas las cosas de las que huyó. La responsabilidad, se nos dice, es el único modo de movilizar sus recursos.
Escribe tu comentario