Antes de instalarse en 1939 la dictadura por toda España, los franquistas ya decían cosas como esta: "no hay más España que la nuestra, no puede haber otra". ¿No nos resuena en los oídos una terrible frase similar, en esta misma piel de toro? Sucede que España es de todos, piensen como piensen, sean como sean. Estoy de acuerdo con que "la unidad de España no es otra cosa que la igualdad entre españoles" y que las personas con pensamiento abierto no pueden seguir regalando el concepto de España a los sectores reaccionarios.
Ambas ideas aparecen en La España en la que creo (La esfera de los libros), libro de Alfonso Guerra. Quien fuera vicepresidente del Gobierno durante diez años y diputado en el Congreso durante casi cuatro decenios, reivindica con energía la Constitución: acta de paz que enterró una época de infortunios y discriminación ("el cierre definitivo de una guerra civil, de una larga dictadura y de dos siglos de enfrentamientos"), ejemplo de concordia, entendimiento y razón, fruto del consenso (definido por el veterano político como: "catálogo de las renuncias que todos han de hacer para alcanzar un acuerdo general").
En formulación clara y pertinente, sentencia: "Reforma de la Constitución, no; reformas en la Constitución, sí". Alfonso Guerra arremete con decisión contra 'los impostores de la izquierda de salón' y contra los partidos 'termiteros', que buscan desmontar el Estado de derecho. Hay dirigentes propensos a crear problemas en vez de resolverlos. Más en concreto, sucede que: "la izquierda no tiene el fuste que se precisa para desprenderse del síndrome del franquismo". Lo dice con autoridad moral y, por tanto, sin ningún complejo. Desactiva en sí mismo la continua amenaza de ser descalificado como centralista o nacionalista español, algo que "ha mantenido callados a muchos que están muy inquietos por la deriva autonómica hacia la secesión". Por su parte, rechaza el dogma de los nacionalistas que no conciben que no se asuma esta etiqueta, pues 'todo el mundo' es nacionalista de aquí o de allí. Toca salir de una vez de una maldición paralizante, como es la niebla del franquismo. Hay que abrazar la realidad de la historia.
Un último y certero pullazo: "Algunos reiteran la necesidad del diálogo, pero los dirigentes nacionalistas no prestan oído a esas propuestas, ellos siguen su consigna: 'Atacar al Estado'".
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