A solo dos semanas de la fecha indicada para la sesión de investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno, las cosas no han mejorado en cuanto a los apoyos necesarios para que la candidatura salga adelante.
Este martes, Sánchez mantenía sendas reuniones con Podemos y PP -Ciudadanos no ha querido reunirse con el - para conseguir del primero su votos. Aunque la reunión ha sido larga -suponemos que tensa al final, al menos es lo que han manifestado las dos partes- no hay acuerdo. Podemos baraja la posibilidad de votar en contra si no consigue los objetivos planteados al candidato que pasan, en primer lugar, por nombrar a Pablo Iglesias vicepresidente. Mientras, el PSOE no quiere tener en el consejo de ministros a nadie de Podemos. Está abierto a otros cargos, pero ninguno como ministro, no se fía de ellos.
Por su parte, el PP de Casado continúa con lo ya manifestado de votar 'no', nada nuevo que no haya dicho ya. Eso es lo que públicamente se ha dicho. Lo normal es que no se explique todo, o se mienta sobre determinados temas tratados, es lo habitual, como se ha podido comprobar a lo largo de la historia. “No decir más de lo que haga falta, a quien haga falta y cuando haga falta” es una frase que solía decir el ensayista francés André Maurois para definir la discreción de las personas.
Ante esta situación -aparentemente sin salida a no ser que en el último minuto se produzcan cambios y los números de votos cuadren- la convocatoria de elecciones, como ya adelantó en presidente en funciones, parece la opción más que probable para otoño. ¿No hay otra solución? Creo que sí: negociar anteponiendo la responsabilidad de unos políticos con el país frente a los intereses partidistas y personales. La política es algo más que el intercambio de cromos, asientos y sueldos: responsabilidad, sentido de estado y sacrificio.
Si hay nuevas elecciones, que están contempladas, lo que queda de manifiesto es el gran fracaso de la llamada clase política y una decepción para la ciudadanía, que está viendo el lamentable espectáculo que están ofreciendo los partidos políticos que conforman el multipartidismo, que tantas ilusiones había aportado a la tradicional política, donde había los grandes partidos que pactaban entre ellos y a los que se les criticaban por estas prácticas. Ahora la pluralidad, que es buena, no consigue ponerse de acuerdo en temas tan importantes como apoyar la investidura del presidente del gobierno, para no tener a medio gas al gobierno y paralizado el Congreso de los Diputados, cuyos miembros siguen cobrando sin realizar los trabajos para los que han sido elegidos. Es una mala imagen la que se está dando, un espectáculo más propio del teatro de los hermanos Álvarez Quintero que en lugar de producir sonrisas, da pena.
Pónganse de acuerdo, cambien las leyes, nada de bloqueos de investidura y plantéense, ya de una vez, la posibilidad de una segunda vuelta en los comicios para librar a la ciudadanía de historias poco gratificantes como las que se están viviendo estos días.
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