La entrada de Inés Arrimadas en la política, de la mano de Albert Rivera, fue un hecho casual. Al líder naranja le gustó en su día la espontaneidad, frescura y empuje de la joven que fue a un mitin de Ciudadanos donde el intervenía. Eso ocurría en el 2010. A partir de ahí, la estrella de la jerezana empezó a brillar. Dos años después, Rivera la incluye en su candidatura como número cuatro a las elecciones autonómicas. Tres años después es portavoz adjunta. Inés es una joven promesa de la política catalana con perfil propio.
En el 2015, Albert Rivera encabezaba la lista a las elecciones generales y Arrimadas era la candidata a la Generalitat de Catalunya. La política naranja lleva una carrera meteórica y se convierte en una de las personas de confianza del líder, que confía en ella, cosa rara.
Durante los años que ha estado en el Parlament de Catalunya ha realizado un buen trabajo, siendo el azote del Gobierno de Puigdemont y Torra. Se había hecho una imagen de buena parlamentaria, de no tener miedo a los dirigentes independentistas. “Ustedes dicen que es imposible negociar un mejor sistema de financiación, pero dicen que negociarán la independencia. ¿A quién quieren engañar?” espetaba la joven Arrimadas al presidente del Govern. Una etapa en la que llegó a forjarse una imagen de buena política. Algunos recuerdan que en una encuesta del CIS, dos semanas antes de las elecciones de 2015, siete de cada diez catalanes no sabían quién era Inés Arrimadas. Pese a ello, Ciudadanos fue la fuerza más votada dos años después, en 2017.
Rivera, que necesitaba gente de su confianza a su lado y dado la buena imagen de Inés, decide que sea la cabeza de lista por Barcelona para las generales en 2019 y además la nombra portavoz de la ejecutiva. De ella, decía el líder: “Es una compañera, amiga, la mejor mujer de la política española”. La decisión de la marcha de Arrimadas a Madrid no estaba exenta de incógnitas. El partido en Catalunya queda sin líder y nadie, con tiempo, había previsto ir visualizando al sustituto/a. Así que Ciudadanos en Catalunya tiene ahora un grave problema de liderazgo.
Carrizosa, otro parlamentario que lo ha hecho bien como portavoz adjunto, no cuenta con el plácet de Rivera, que prefiere a una mujer al frente. No sabemos si por miedo a que alguien le haga sombra o por “su feminismo” del que tanto presume.
En el poco tiempo que Inés Arrimadas lleva en Madrid, los giros ideológicos y de discursos de la formación ha obligado a la portavoz a tener que representar más de un papelón que no ha sabido gestionar bien. “Cada vez que Mariano Rajoy abre la boca sube el pan”, decía en su día. Esas palabras se las ha tenido que tragar. Su partido está compartiendo gobiernos municipales y autonómicos con los populares y Vox.
La cintura política de Arrimadas se ha ampliado y su discurso es más que cuestionable. Ha perdido la credibilidad que tenía. Se ha quemado de lo lindo. El patrimonio que tan rápidamente había conseguido, en pocos meses lo ha tirado por la borda. Rivera suele quemar a los que tiene a su lado y, luego, se los quita de encima.
Inés Arrimadas, que entendemos que estuviera “abrasada” en la política catalana, ha hecho un mal negocio marchándose a la política española. En Catalunya tenía su espacio, en Madrid tiene su horno.
Decía Javier Marías que “todo tiene su tiempo para ser creído”. Cuando se pierde la credibilidad, se cambian los principios, lo único que queda es el camino libre para volver a casa.
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