Cuando el General Franco falleció en el hospital el 20 de Noviembre de 1975 a los antifranquistas nos dio un ataque de gozo que, en el caso de los de mi generación, degeneró en la recuperación instantánea de la memoria histórica, en mi caso, de la musical, recordando de las canciones que cantaban mis padres la que da título a este modesto artículo: Se va el Caimán, una muy popular canción latinoamericana compuesta por el colombiano José María Peñaranda tras recorrer varios países de Sudamérica aterrizó en nuestro país en los años cincuenta en la voz de Luis Alberto del Paraná.
Se va el caimán, se va el caimán,
se va para Barranquilla
Se va el caimán, se va el caimán,
se va para Barranquilla…
En aquellos años, la censura ostentaba mando en plaza, y las autoridades franquistas decidieron prohibir la difusión de esta canción que ya había acabado con la vida política de Enrique Jiménez presidente provisional de Panamá. Se decía, por aquel entonces, que Franco iba a dimitir, algo que como bien vaticinó el General Cabanellas, y hemos podido ver y escuchar estos días en una de las escenas de la película de Alejandro Amenábar, nunca llegó a producirse.
No obstante, la canción del Caimán se hizo muy popular, sobre todo, entre la gente que escuchaba Radio Pirenaica por las noches en la soledad de su dormitorio y aún más entre aquellos miles de españolitos que en el exilio se ilusionaban por la caída del Dictador que había masacrado a los suyos y a ellos los había enviado lejos de su patria con la etiqueta de rojos.
No sé por qué, pero ayer, con escasa caridad cristiana, lo reconozco, al conocer que la sentencia del Supremo inhabilitaba a los que se oponían al traslado de sus restos al Cementerio de El Pardo a imponernos la “paz eterna” de su momia en el Valle de los Caídos, me he puesto a cantar de forma irreverente, otra vez, el “Se va el caimán” con la esperanza de que nunca más se me ocurra volver a hacerlo. ¡Viva la Libertad!
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