Agatha Christie, considerada como una de las grandes autoras de crimen y misterio de la literatura mundial, decía en su libro ‘Las manzanas’ que “los acontecimientos, gran número de veces, se precipitan de una manera extraña”. Lo sucedido ayer en el Parlament de Catalunya podría formar parte de unas de las historias de la escritora inglesa, donde los acontecimientos se han precipitado de una forma extraña ¿o no?, con el presidente Torra como protagonista de los sucedido.
Se intuían las posiciones de los dos socios de gobierno, JXCat y ERC, en torno a la decisión del TS de quitarle el acta de diputado al todavía presidente. El postconvergente tenía claro que no estaban por la labor de apoyar la medida y en un acto de “solidaridad” institucional les pasaban la patata caliente a sus socios. Los republicanos, cuyo presidente, Torrent, preside la cámara. No querían cometer el mismo error del pasado reciente, por las consecuencias de saltarse otra vez el mandato judicial, que implica demandas e inhabilitaciones, situación que conocen muy de cerca en la figura de Carme Forcadell. Por eso, la Mesa acordó, con la negativa de JXCat, cumplir la decisión por muy dolorosa que fuera.
No hace falta explicar lo sucedido en el hemiciclo: la ruptura estaba servida después de la intervención del incendiario portavoz de JXCat Batet, que poco más y llama a la desobediencia colectiva.
Los ánimos se exaltaron, por motivos diferentes, en todos los grupos. Después de no aprobarse las cuentas de la cámara, el presidente Torrent decidió aplazar el pleno hasta la próxima semana. Decisión que como diría Homero “Después de los acontecimientos, hasta el necio es sabio”.
La medida de posponer el pleno ha sido buena estrategia para ganar tiempo, templar actitudes y poner puentes en una situación muy complicada, que solo tiene dos salidas: que Torra -en un acto de responsabilidad institucional- se marche a su casa, su sustituto tenga más consistencia política y seguir gobernando; la otra, que él mismo convoque elecciones y se constituya un nuevo gobierno. Situación que no quiere su mentor Carles Puigdemont; no es el momento, tiene que seguir poniendo sobre las cuerdas a los republicanos para conseguir unos buenos resultados en las urnas. Es la triste estrategia de alguien que antepone sus propios intereses a los del país.
El espectáculo vivido este lunes, con visualización de la ruptura entre los partidos que gobiernan Catalunya, no es nada alentador, como tampoco lo es la actitud de los diputados de Ciudadanos con su postura poco ejemplarizante, al llamar delincuente al presidente; creo que se han pasado unos cuantos pueblos. La oposición debe hacerse de otra manera, por mucha razón que se tenga. No es solo importante el contenido, sino las formas, y más en una sede en la que está representada toda la ciudadanía. El Parlament, para todos, debería ser objeto de respeto. No hacerlo, como viene sucediendo, es degradar a una institución que se debería proteger y respetar.
Un genio de las finanzas y persona “especial”, André Kostolany, solía decir que “no hay que seguir los acontecimientos con los ojos, sino con la cabeza”. Sus señorías deberían aplicárselo, preocupándose más en la ciudadanía que en las cámaras de TV que les van a proporcionar unos segundos de protagonismo.
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