No hay que ir muy lejos para encontrar una definición bastante apañada, pero real, de lo que es el Síndrome de Estocolmo. El que hemos consultado dice los siguiente: Tastorno psicólogico temporal que aparece en la persona que ha sido secuestrada y que consiste en mostrarse comprensivo y benevolente con la conducta de los secuestradores e identificarse progresivamente con sus ideas, ya sea durante el secuestro o tras ser liberada.
Y tras leer tal definición intentemos ahora que, por fin, los niños van a salir a pasear con muchas limitaciones a la calle, de entender que la euforia o la ansiedad no debe engañarnos a la hora de volver a nuestra añorada normalidad, dejando que los mejores datos, nos hagan caer en la irresponsabilidad de que el coronavirus ya ha pasado o que como dice el cretino de Trump esto se puede arreglar con una inyección interna de desinfectante.
Lo que hemos sufrido, las personas muertas en las residencias, los fallecidos en los hospitales porque la prevención llegó demasiado tarde, como también pasó con el material sanitario, o las pruebas de detección del COVID 19 que ahora, medio comienzan a hacerse de manera más intensa, pero insuficiente todavía, la falta de medios en los hospitales debido a recortes políticos y sobre todo los errores de quienes nos gobiernan en España, sus autonomías y numerosos Ayuntamientos, son cuestiones pendientes que el otro poder del Estado, el Judicial, al que siento como muy desaparecido en estos momentos trágicos, debe aclarar sí o sí, caiga quien caiga, cuando las vacunas funcionen, descubra el qué, quién, cuando, cómo, dónde y por qué de una pandemia nacida en China de forma misteriosa y mortal, para exigir responsabilidades a sus autores y colaboradores más directos de la propagación de la mortal enfermedad.
Por eso, alegrémonos de que empecemos a tener alguna buena noticia y que nuestros niños puedan jugar o pasear en la calle, pero no nos volvamos descuidados ni negligentes porque, si lo hacemos, estamos como en el Sindrome de Estocolmo volviéndonos comprensivos y benevolentes con quien no se ha ganado todavía ese privilegio social. Por eso, y solo por eso, primero ganemos esta guerra global, y a continuación, fríamente y sin ningún remordimiento, usemos nuestras democracias y todas las leyes y Tribunales que existen, tanto nacionales como internacionales, para empapelar a aquellos que por inacción o mala praxis sanitaria y política hayan causado tanto dolor y tanta mortandad de inocentes. Se lo debemos a nuestra propia dignidad y la memoria de quienes han perdido sus vidas. Pero, de momento calma, y sobre todo, mucho cuidado con la salud de nuestros niños que son nuestro futuro...
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