Estos días sigue siendo noticia Afganistán: varios atentados en el aeropuerto y el hotel, y la evacuación de los extranjeros y del personal que han trabajado como traductores para los distintos países. Todo esto ha sucedido en un abrir y cerrar de ojos. Es como un mal sueño del que nos gustaría despertar, pero es la triste realidad y contra eso hay que seguir luchando.
Lo sucedido en este país sin lugar a dudas ha sido el gran fracaso de Occidente, que no ha sabido o no han querido darse cuenta de lo que estaba a punto de suceder y de las consecuencias que esto va a suponer para su población, pero también para la geopolítica de la zona. Los talibanes se han hecho con el control - será un descontrol, lo veremos- del país y ello se ha llevado a cabo delante de todos los países que han tenido militares allí durante 20 años, especialmente los EEUU y también sus servicios secretos. ¿Cómo es posible que no hayan hecho nada para prevenirlo? Es la pregunta que se hacen muchas personas y seguro que hay una respuesta que nadie ha dado aún.
Afganistán estaba ya sentenciado cuando se produjo el anuncio de Trump de la retirada de tropas. Esta decisión se tomó dentro del pacto de Bonn, que marcó la hoja de ruta de los años siguientes: una propuesta de régimen basado en un sistema presidencialista centralizado, cuya estructura sería dominada por la antigua Alianza del Norte y, como no, con una dependencia de los viejos señores de la guerra regionales que, recordemos, fueron impulsados y financiados por EEUU y ahora andan a sus anchas
Este mes de septiembre, cuando hayan salido ya todas las tropas extranjeras del país, se constituirá el nuevo gobierno de los talibanes que algunos creen que incorporá a otros grupos -¿los extremistas?-, para instaurar un régimen de represión como se está comprobando, y que tanto EEUU como la Unión Europea no han reconocido a la espera de la evolución de la situación.
El escenario es muy complicado y los especialistas se preguntan si este país ha entrado en una nueva etapa de conflictos, que se prevé larga para desesperación de la población que se siente abandonada a los caprichos de los talibanes. El sistema financiero está colapsado y la ciudadanía pide que se abran los bancos para disponer de dinero. Además del desastre humanitario se encuentran sumidos en la pandemia del covid, y si esto no fuera suficiente padecen también una sequía devastadora. Todo un complejo de desgracias comparadas con las plagas de Egipto. ¿Será capaz el nuevo gobierno de atajar algunos de estos problemas? Mientras sus prioridades sean implantar medidas represivas contra las mujeres y niños y se anteponga la religión a las personas, no parece que eso vaya a suceder.
Los recursos de los talibanes vienen, hasta ahora, del cultivo y la explotación del opio -son responsables del 80% de la producción mundial-, la extracción del talco, más de las “subvenciones” de algunos países amigos. Mientras que el país vive de las ayudas internacionales que ahora quedarán cortadas. Alemania ya ha anunciado la suspensión del envío de 300 millones de dólares y el Fondo Monetario Internacional ha congelado 680 millones de reserva de emergencias. EEUU ha sido el país que más dinero ha aportado a lo largo de todos estos años, con cifras que superan los 20.000 millones de dólares. EEUU y la OTAN habían prometido 4.000 millones de dólares anuales hasta el 2024 que dependen de la actitud que adopte el gobierno de los de los talibanes y que es posible que no lleguen .
El panorama sigue siendo complicado y más aún el futuro del país y sobre todo el de las personas que cuyas vidas peligran los mismo que las libertades que han sido aniquiladas, en pleno siglo XXI. ¿Se va a quedar con las manos cruzadas el Occidente democrático y solidario? Rectificar no es malo cuando está en juego la vida de tantas personas y el peligro en la zona de estos sanguinarios.
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