Hay determinadas personas que cuando se les descubre algunas de sus “jugadas” nada legales, ni mucho menos éticas, aluden sin ruborizarse que hay una persecución o complot contra ellos. Estos se consideran los paladines de la integridad, la transparencia, de no colocar a familiares y amigos en su entorno político y de no prevaricar. Ellos no conspiran contra nadie, son unos santos que se cierran en ese entorno público que consideran su finca particular. La cosa no va de eso: las instituciones son públicas, es decir, de toda la ciudadanía, que merece respeto e igualdad, aunque no pertenezcan a sus partidos. Esto es un mal endémico de los partidos políticos, que no tienen asumido que son inquilinos de las instituciones, no propietarios. Solo la ciudadanía tiene la titularidad. Ellos están para hacer un servicio a las personas.
Estos días - hay muchos más- se está viviendo con indignación el espectáculo protagonizado por una parte del gobierno del Ayuntamiento de Barcelona, los comunes de Colau - la otra calla- donde el concejal de Emergencia Climática y Transición Ecológica, Eloi Badía, aparecía incluido en una bolsa de trabajo para optar, en unas oposiciones, a un puesto de funcionario que le perpetúe hasta su jubilación en el Ayuntamiento. No estaba solo en la operación “sálvese quien pueda”, le acompañaba un buen número de militantes - de los comunes- cargos de “libre designación”, es decir, elegidos a dedo –este procedimiento es legal- otra cosa es si la ética los ampara , y está visto que no.
Lo escandaloso del asunto es que lo protagoniza el concejal Badía cuyo comportamiento no es ético, ni tampoco es legal, como ha demostrado Catalunyapress en sus diferentes informaciones. "Las decisiones éticas se aseguran de lograr el mejor beneficio para todos. Cuando exista duda, evítalo”, afirmaba el empresario y exitoso escritor norteamericano Harvey Mackay.
Badía, ante las críticas recibidas, “comparecía” en la televisión del ayuntamiento, BTV, para hablar de “temas relacionados con su área”. Al final de la entrevista, solo faltaría, le preguntaron por las oposiciones, ocasión que aprovechó para decir que renuncia a la plaza a la que aspiraba. Lo hacía justificando que, aunque era legal optar a ella - miente - "se me ha utilizado para deslegitimar al Ayuntamiento y a unos procesos que son impecables", afirmaba, para apostillar que “lo lamento y renuncio”. En ningún momento de la entrevista el concejal reconocía que se había equivocado - tendrá consecuencias- y que rectificaba por ello. Es más, se hacía la víctima del escándalo cuya autoría es suya y de la alcaldesa Colau, que lo habría permitido. No hay que buscar culpables fuera, estos están dentro del equipo de gobierno, en ningún lado más. Escribía Stephanie Lahart .que “una vida llena de excusas es derrotada, improductiva y miserable”.
La pregunta que se estarán haciendo los que se han interesado por el escándalo es muy simple : ¿Por qué Eloi Badía renuncia ahora a la plaza? Pues sencillamente porque le ha visto las orejas al lobo de la “inhabilitación”, que aún puede producirse, porque Colau y algunos más se lo han pedido para no salir salpicados y porque le ha hecho un daño terrible a la institución y a su partido. Su renuncia no ha sido para no dañar al Ayuntamiento, ni para salvar a algunos funcionarios , porque según él, consultó con recursos humanos su situación y le manifestaron que podía presentarse. ¿Es el lugar idóneo para la consulta ? No, es la figura del secretario del ayuntamiento la que conoce las incompatibilidades.. Así que su renuncia no es voluntaria, sino por la presión interna a la que ha estado sometidos por sus propios “compañeros”. “Si el hombre se hace gusano, no debe quejarse cuando lo pisotean”, dijo Immanuel Kant.
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