Una de las desgracias que nos ha traído este "procés" de secesión ha sido la división entre catalanes. A mí, personalmente y lo he escrito varias veces, me sienta fatal esa manía que tienen los ultras-secesionistas en colocar el sambenito de mal catalán a todo aquel que no comulgue con sus ideas, aunque la víctima sea una figura internacionalmente reconocida como es el caso del personaje que me ocupa.
Para mi Joan Manuel Serrat es una persona admirable. De ella me habló apasionadamente en el año 70 del siglo pasado mi admirado compañero y uno de los impulsores de la Nova Canço, Salvador Escamilla, desgraciadamente desaparecido, y que por aquel entonces dirigía con gran éxito, pese a la censura franquista, RadioScope en mi primera casa radiofónica que fue Radio Miramar.
Como yo era muy joven, apenas 20 años, y acababa de regresar de Argentina, donde había pasado una par de años, sabía por aquellos años que Serrat era un Dios en América Latina tras su primera gira por aquel continente, en el que precisamente ha hecho sus últimas declaraciones sobre el desdichado referéndum, por lo que los buenos consejos de Escamilla no me sonaron a nada nuevo, pero sí que me quedó grabado en la memoria su gran afecto y admiración por Serrat.
Como muchos recordarán, Joan Manuel Serrat se autoexilió en Latinoamérica a raíz de los últimos fusilamientos de 1975, que denunció internacionalmente en una multitudinaria rueda de prensa cuando se encontraba en México. Y suyas son también las declaraciones más sonadas que se hicieron contra la Dictadura de Pinochet, que le prohibió entrar en Chile en septiembre de 1988 y que todos los chilenos guardan todavía en su corazón.
Mis dos discos de cabecera siguen siendo el LP que dedicó a Antonio Machado, con portada de color rojo intenso, y el también LP de Mediterráneo, una obra maestra dedicada a Catalunya, su tierra, y al talante que define a sus gentes y que todo el mundo trata de manipular en su favor.
Tratarlo, él así lo ha dicho, como un árbitro de fútbol al que se le menta hasta la madre, en medio de un partido de máxima rivalidad, como es el que ahora disputamos políticamente hablando, me produce una infinita tristeza y una pacífica indignación.
Serrat es demasiado grande y buena gente como para que ahora se le monte la bronca, que los que no somos independentistas, no le hemos montado al cantante y compositor Lluís Llach, aunque como diputado deje mucho que desear. La obra musical de Llach es una cosa y sus vaivenes políticos, antes socialista y ahora secesionista, son otra perfectamente separables.
Tengamos la fiesta en paz y si no es así, dejemos a nuestros genios en el lugar en que ellos mismos se han ganado con su talento y con su esfuerzo. Porque si no lo hacemos, luego, cuando vuelva la paz y el sosiego, nos vamos a arrepentir mucho de las barbaridades que les hayamos dicho. Mi opinión es una más, pero creo que el catalán Joan Manuel Serrat se merece el derecho a opinar libremente sobre todo lo que a él le plazca, especialmente cuando habla de Catalunya. Quizá, por ello, una de sus últimas frases roza ya la excelencia: "Prefiero pasar miedo que vergüenza".
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