Estos días aparte del calor asfixiante que no está dispuesto a darnos una tregua, la política sigue dando que hablar con los pactos, las renunciadas, las puertas traseras y todas las cosas que ya conocen. La justicia no se queda atrás, es lenta y en algunos casos persistente. Dicen sus señorías que lo que hacen es aplicar la Ley. Algunos de los que la aplican, que tampoco es matemática, la interpretación que hacen de ella tiene mucho que ver con el resultado final, es decir, la sentencia. Visto lo cual, las sentencias, las órdenes y otros asuntos judiciales están justificados por la interpretación que hacen de los textos los jueces.
Este miércoles, el juez instructor del procés, Pablo Llarena, dictaba una orden de detención nacional contra la exconsellera y eurodiputada, Clara Ponsatí, por no presentarse en el Tribunal Supremo el pasado 23 de abril, sin causa justificada. Ponsatí se había jartado de explicar que no tenía pensado presentarse, que tenía mucho trabajo. Pasado el tiempo correspondiente, el magistrado ha seguido con su expediente y no ha dado un paso atrás. Algunos dicen que es una chulería, la verdad es que la chulería es la que practica Clara Ponsatí, que se cree intocable. ¿Será de otro planeta?, ¿Una extraterrestre que merece ser estudiada? Algo así debe pensar más de uno.
La realidad es que todos - unos más que otros- somos iguales ante la ley. Quien se la salta a sabiendas de lo que hace, debe asumir las consecuencias, como cualquier hijo de vecino. Y los que tienen responsabilidades de gobierno más aún: han de ser un ejemplo- por supuesto bueno-, no un pequeño cacique que espera que no le suceda nada. Las leyes están para cumplirlas. Si no se está de acuerdo, se recurren y se modifican con el consenso de todos. El salto a la torera es propio en una corrida de toros, no de los que tienen responsabilidades públicas.
Si la sociedad no tuviera leyes, normas y reglamentos cada uno haría lo que le viniera en ganas, sería una especie de selva, con lo que ello conlleva. Las personas, los gobernantes especialmente, deben cumplir las mismas. El respeto es una de las acciones más importantes de los seres humanos, sin el cual la convivencia sería muy difícil. No se debe olvidar nunca esta palabra, mejor dicho, la aplicación de su significado, cuyo objetivo es conseguir una sociedad más tolerante que facilita la convivencia y la integración.
La actitud de Clara Ponsatí no es nueva, pero si intolerable, poco ejemplarizante y una obsesión para convertirse en mártir de la justicia y del Estado Español que la maltrata. ¿Por qué tantos privilegios para ella y tan poco para los ciudadanos cuyos apellidos y abolengo no forman parte de los “elegidos”? Algo que no debería ocurrir, pero ocurre ante las narices de los ciudadanos que hacen magia para poder llegar a fin de mes, o que van al banco de alimentos porque no tienen para comer.
En campaña electoral, con los resultados de las municipales donde el PSC ha sido el partido más votado, con la división de los nacionalistas- ahora menos- y con la frustración de Puigdemont y su partido, Junts, por quedarse sin la alcaldía de Barcelona, la orden contra Clara Ponsatí es una buena munición para Junts: tiene la excusa perfecta para seguir predicando la persecución de la justicia española, y la mala uva del estado que les tiene manía. No sé quién dijo que” el victimismo es el arte de echarle la culpa al otro”. Ahora ese concepto ha crecido y tienen la herramienta para conseguir más votos.
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