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​Harry Heine en el gran montón

Miquel Escudero

Heinrich Heine Oppenheim


Nació en Dusseldorf, a finales de 1797. De ascendencia judía se bautizó como protestante a los 27 años de edad y pasó a ser Heinrich, Heinrich Heine. Su ‘Libro de los Cantares’, publicado tres años después, fue el gran éxito poético de la primera mitad del siglo XIX. A muchos de esos poemas les pusieron música ni más ni menos que Schumann, Liszt, Brahms o Schubert (quien, de su misma edad, murió con 31 años), inolvidables lieder. El romántico Heine falleció con 58 años, víctima de una esclerosis múltiple. Fue enterrado en el cementerio parisino de Montmartre. A pesar de la fama de que ya gozaba, decía que se situaba con el gran montón y que no tenía miedo, “pues no soy un erudito, sino que soy pueblo yo mismo”. Tuvo amistad con Marx y Engels.


Fijémonos ahora en ‘Sobre la historia de la religión y la filosofía en Alemania’, unas páginas editadas en 1834 que habían ido destinadas a una revista francesa. Tenía claro que la filosofía alemana provenía de Descartes y que su mejor discípulo había sido Leibniz. Dirigiéndose a los franceses, les decía: “sois frívolos y superficiales en el amor y el odio. Nosotros, alemanes, odiamos a fondo y duraderamente; como somos demasiado honrados, y demasiado torpes, para vengarnos con rápida perfidia, odiamos hasta el último suspiro”. Un siglo después se produjeron dos guerras mundiales con Francia y Alemania enfrentadas. La Unión Europea, una solución con futuro. Siguiendo la traducción al español, de Manuel Sacristán (quien del falangismo pasó al comunismo), me encuentro con una referencia al lema “Con Dios, por el Rey y la Patria”, que portaban los soldados prusianos en la gorra desde la guerra contra la ocupación de Napoleón. ¿Cómo no acordarse de los requetés?


Heine planteaba la 'utilidad' del cristianismo: “Todos sus servicios a la civilización, al domesticar a los fuertes y robustecer a los pacíficos, al unir a los pueblos en unos mismos sentimientos y una misma lengua y todo lo demás que celebran sus apologistas, no es gran cosa comparado con aquel gran consuelo que ofreció a los hombres por sí misma”. Doctor en Derecho y discípulo de Hegel, Heine cargaba contra la superstición de que no se puede ser buen filósofo escribiendo bien, y la atribuía a los imitadores de Kant en su estilo pesado y rígido. Aquí hay tema para hablar, escuchar y leer más… 



Artículo publicado inicialmente en Catalunyapress.es

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