La visita de la Vicepresidenta del gobierno socialista español Carmen Calvo al Vaticano, y su entrevista con el poderoso Secretario de Estado Monseñor Pietro Parolín parece haber levantado el entusiasmo de los inquilinos de la Moncloa. Según dicen los sociatas, todo ha ido como la seda, y la jerarquía romana va ayudar a la exhumación de Franco mediando incluso con la familia del general para que no lo trasladen a la Cripta de la Catedral de la Almudena.
Ante tal despliegue de entusiasmo, uno se lo mira y se pregunta el por qué de que de la visita de la Vicetodo socialista no se publique ni una línea en el número de ayer de ‘L´Observatore’. ¿No les suena a Vds. raro? Además, el que se aproveche el vacío de un embajador español ante la Santa Sede para requerir la audiencia ante el Nuncio Apostólico en Madrid, y que por lo tanto, la charla se celebre sin la presencia de nuestro máximo representante diplomático, dispara nuestra desconfianza de la verdadera naturaleza de lo hablado y que lo que ahora se anuncia sea realmente lo que se ha pactado. ¡No hay testigos!
El Vaticano es maestro en diplomacia florentina y, sobre todo, en guardar largos y embarazosos silencios. En España, Franco "les ganó una Cruzada" y los curas, con el Dictador -salvo honorables excepciones- han vivido una de las etapas mas "florecientes" de su larga historia. En mi Galicia natal yo escuchaba en mi infancia: ¡Vives como un cura! Luego, tras cuarenta años de Dictadura, comenzó a oírselo de Tarancón al paredón, que es lo que gritaban los nostálgicos del Régimen cuando, durante la Transición, el enérgico Cardenal se fumaba hermosos puros mientras apoyaba la idea del nuevo Monarca de girar hacia la Democracia y abolir los Fueros franquistas.
Ahora manda en la sede madrileña Carlos Osoro Sierra, un primado que no parece querer líos con lo de la exhumación del Dictador, y mucho menos que el Monseñor Blázquez, que goza de la confianza del mismísimo Papa Francisco, a quien todos esperan no tener que acudir para que arregle un tema tan vidrioso. Por eso, pese a lo que se diga o escriba en Madrid, suena a más creíble que cuando ambos cardenales muevan ficha supongamos que Gobierno e Iglesia han llegado por fin a un acuerdo amistoso.
Mientras tanto, la balanza seguirá sin inclinarse hacia ninguna parte, porque lo que le falta al Gobierno Sánchez es poner encima de la mesa un documento que muestre la hoja de ruta que el Ejecutivo español va a seguir en el asunto de las muy polémicas inmatriculaciones y también en el pago de los impuestos que la Iglesia no acaba de abonar, como es su obligación.
Mientras eso no se arregle, que se vaya Carmen Calvo comprando una mantilla por si ha de asistir antes a una canonización, como ya hizo su correligionaria María Teresa Fernández de la Vega; a continuación, que haga que Borrell nombre un nuevo Embajador ante el Vaticano -no nos vale ya Paco Vázquez-; y finalmente pida audiencia ante Su Santidad para el Presidente Sánchez y Señora, que estoy seguro estará encantado de aparecer -esta vez sí- en la portada del ‘L'Observatore’ como siempre ha pasado cuando se hacen bien las cosas, en los 150 años de historia que tiene ya el diario oficial del Vaticano.
Mientras tanto, a esperar y a guardar silencio o... tirar por la recta y recordar que este es un Estado aconfesional y democrático que tiene la obligación de dictar sus propias leyes.
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