La tristeza que nos ha producido la muerte del niño Julen Roselló no empaña la gigantesca explosión de solidaridad de todas las personas que han participado en su rescate y la emocionante calidad humana de sus convecinos y familiares.
Ahora toca salvar a sus padres de la tragedia que han sufrido y aprender todos de este sobresfuerzo colectivo, en todos los sentidos, con la convicción serena de que, todo lo que se ha hecho, merecía la pena.
Una sociedad como la nuestra, también madura con las desgracias, y este es un caso muy evidente. Ojalá no haya más, pero los niños, que, para eso inocentes, seguirán siendo traviesos, y sus pequeños despistes, a veces nos dan estos y otros disgustos.
A Julen siempre le recordaremos por lo mucho que hemos llorado por él, ya que, sin conocerlo, lo adoptamos con el corazón y la fe del que cree en los milagros. A sus padres José y Victoria, más que nunca le enviamos un abrazo de afecto eterno por ese hijo que han perdido y que ahora descansa en paz en el cielo de los inocentes. Gracias Julen por habernos unido a todos y habernos enseñado a ser mejores personas.
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