Que en Estrasburgo le quiten la razón al independentismo catalán y que la "gran prensa española" pase de puntillas sobre el asunto, da mucho que pensar a la gente, que debiera hacer una lectura en clave comprador/lector de cómo se las gastan algunos grandes medios de comunicación con asuntos tan graves como éste.
Si la decisión de tan alto Tribunal hubiera sido en sentido contrario se hubieran incendiado las televisiones, las radios y los digitales con sesudos comentarios o ardorosas invitaciones en defensa de la épica de los procesistas y sus políticos presos. No nos cabe la menor duda de que los falsos progresistas han metido cuchara en esta técnica del silencio pactado, para tratar de tomarnos el pelo a la inmensa mayoría de los ciudadanos que estamos hasta el gorro de tanto "inocente" predicando la maldad del sistema judicial español, mientras que los de la Ítaca europea los dejan sin escalera y con la brocha en la mano. Por si quedaba alguna duda, a Puigdemont y al cambiachaquetas de Comin les han dejado en la puerta del Parlamento Europeo cuando han ido por su cuenta a recoger su acta de diputados. No todos en Bélgica son flamencos ni en las instituciones europeas se dejan intimidar.
Y en eso la Fiscalía del Supremo se decanta por las penas de rebelión, terribles todas; la Abogacía del Estado con el beneplácito del gobierno socialista por aplicar las de sedición, que no son una broma, aunque más benignas, y las de Vox como se esperaba. ¿Qué dirá finalmente el Tribunal que preside el Juez Marchena? Pues, miren, sinceramente, no lo sé, a la vista de que en Catalunya tenemos una Presidencia de la Generalitat tan insoportablemente supremacista, que , a medida que se complica todo para los políticos presos, no hace más que echar gasolina a un fuego político y judicial que lo que necesita es agua y buenos bomberos. Y de ahí solo se va a un conflicto muy grave.
Por las malas, uno piensa que al Estado español no se le va a doblegar. Y que políticos pasados de años y con rencores personales como Ernest Maragall están condenados al fracaso. Por lo tanto, hay que dar un paso atrás y recuperar el sentido común y, sobre todo, procurar que los dirigentes o dirigentas, más inteligentes y moderados/as cojan de nuevo el mando de la situación y podamos salir del círculo vicioso en el que nos encontramos. Hasta aquí hemos llegado y todos sabemos cómo ha sido. ¿Vamos a continuar haciendo el Tancredo como con la sentencia de Estrasburgo, o nos ponemos a trabajar en la misma dirección que nos lleve al futuro? Pensémoslo.
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