Desde hace unos días los estudiantes, que ya venían realizando cortes de calles, acciones para impedir entrar en las aulas a los compañeros que querían asistir a clases, han decidido por el artículo 25 que debían acampar en la Plaza Universidad y zona de la Gran Vía, en pleno centro de Barcelona, con el único objetivo de fastidiar a los ciudadanos que cada día lo tienen más difícil para acceder a sus puestos de trabajo, comprar o realizar cualquier tipo de actividad por esa zona.
Todo eso sucede ante la pasividad de la Generalitat de Catalunya y el mismísimo Ayuntamiento de Barcelona, que se echan mutuamente en cara quién tiene las competencias para sacar a estos “ocupas” de la vía pública. Apelan también a las garantías y derechos a manifestarse de los ungidos que tienen todos los derechos y ninguna obligación. Habría que recordarles a Colau y Torra la frase que pronunciara el impecable Clint Eastwood: “Si quieres una garantía, compra una tostadora”.
Los acampados han pedido víveres para “subsistir” del mal trago que les supone tal sacrificio por la patria, la suya. Para conllevar mejor la penitencia y sacrificio, han solicitado que en los lotes “alimenticios” incorporen también cajas de condones para realizar actividad física después de días sentados en el suelo en posición indio.
Mientras el centro de la capital catalana sigue sin reponer los contenedores quemados y los vecinos depositan las bolsas en el suelo, a los acampados les han puesto algunos contenedores pequeños y eso que ellos no pagan los impuestos en esa zona. Vamos, que los incívicos van a disponer de todo lo necesario para hacer más cómoda su estancia en la vía pública mientras Torra va a autoinculparse del procés y Colau sigue pidiendo que indulten a los políticos presos, dos ejemplos clarísimos de que estos dos vecinos de la Plaza de Sant Jaume están para todo, menos para lo que han sido elegidos.
Reflexionaba en su día Mariano José de Larra sobre las personas y su afán por aparentar lo que no son. “El público siente en masa y reunido de una manera muy distinta que cada uno de sus individuos en particular”. No le faltaba razón al periodista , escritor y político español, uno de los grandes del romanticismo español y máximo exponente del costumbrismo crítico.
Como hasta las elecciones -y seguro que seguirán, ahora con mayor intensidad-, estos iluminados van a continuar apropiándose de la frase de Fraga, “la calle es nuestra”, ¿alguien estará dispuesto, sin miedo al castigo en las urnas, a devolverles los derechos que se le están robando a la mayoría de la ciudadanía? Si esto no ocurre, cualquier día vamos a ver cómo de la palabra se va a pasar a las manos de los que ya están hasta más arriba del gorro.
“¿En dónde ve el pueblo español su principal peligro, el más inminente? En el poder dejado por una tolerancia mal entendida”, solía afirmar Mariano José de Larra, allá por el siglo XIX. Hay situaciones que nunca cambian por muchos años que pasen.
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