Con esa frase, que expresa más un deseo que una realidad, la Presidenta Batet ha querido decirle a Sus Señorías, en el acto solemne de apertura de las Cortes, que ahora lo que toca es diálogo, responsabilidad y generosidad, algo que, para la familia independentista que representa electoralmente a unos dos millones de ciudadanos es un imposible, si el Estado está encabezado por Felipe VI, el Rey mejor preparado de toda la historia de la Casa de los Austrias y por continuidad dinástica por los Borbones, que son su familia más próxima.
Para demostrarlo, han llevado a cabo diversas muestras de desagrado o se han ausentado del acto parlamentario al que están obligados a asistir porque para eso pagamos entre todos sus horas de trabajo, entre ellas las que atañen al protocolo que hoy se ha puesto en marcha en Madrid. Una cosa son las ideas que cada uno tiene y representa y otra muy distinta es exhibir en público las discrepancias según en qué momento, como por ejemplo ponerse a cantar o atender a un móvil en un entierro, por poner por ejemplo un episodio que algunos hemos vivido en algún momento.
El país ha pasado una página más de su periplo democrático, en el que, por cierto, la actual Monarquía ha dado muestras de su buena predisposición a defender la Democracia, y ahora a esos antimonárquicos cabe exigirles que, sin menguar un átomo de su ideología, hablen con la inmensa mayoría que no comparte sus ideas y contribuyan decisivamente a ponerse de acuerdo para tener unos presupuestos, como los que va a aprobar, en primer lugar, Catalunya en su Parlament dentro de un par de meses aproximadamente, si Torra y Puigdemont dejan de posturear cada día torpedeando el pacto y el diálogo ya iniciado. Para conseguir eso, como bien estructuró la Presidenta Batet en su muy interesante discurso, hace falta mucho diálogo, una enorme responsabilidad, y sobre todo una gran generosidad ideológica.
Les confieso con humildad, humildad periodística, que a mí me basta con que las políticas y los políticos abandonen su postureo verbal y pasen a comprender que ellas y ellos están ahí de paso, y que lo queda como valioso y sobre todo para la historia son sus consensos y, por desgracia, también los enfrentamientos que luego acaban en desdicha colectiva.
¿Y el discurso del rey, periodista? Bien, muy pulido, pero sin el populismo y la empatía que destilaba Emérito padre que en el paraíso de Sansenxo está recuperándose de su último envite quirúrgico y de los disgustos que le sigue dando su real nuera demasiado hierática para mi gusto plebeyo. Por cierto. Las infantas, muy bien, y la pose del podemita Echenique, pura grosería bolivariana.
Menos mal que el aterrizaje de emergencia del avión de Air Canada Boeing 767-300 acabó felizmente y puso la guinda a un día muy complicado en este país llamado España en el que parece que podamos vivir tranquilos y en completa armonía.
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