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​¡BASTA!

Purificació González

Hay ocasiones en las que tienes que leer varias veces las noticias para atestiguar que son ciertas, tristemente ciertas. Lo que le ha pasado esta semana a una adolescente de 14 años en un pueblo de Valencia nos deja a todos sin palabras


Que veinte jóvenes, la "nueva hornada de hombres", participen activa y pasivamente en la violación de una menor, unos ejecutándola por turnos y otros jaleándola o mirandósela con los brazos cruzados es sencillamente repugnante.



BASTAYA



El concepto de que la prostitución femenina es el trabajo más viejo del mundo hace asociar en el cerebro de algunos hombres, que cada vez son menos, que  el cuerpo femenino es un objeto de legítimo uso para el propio placer sexual del varón, que lo siente como derecho inherente de su satisfacción personal , que cree necesidad y no deseo, por encima de los sentimientos de otro ser humano, generalmente una mujer o una niña o una adolescente, porque a muchos tanto les da. 


Ellos han convertido la “virginidad” en un servicio Premium que para lo único que sirve es para destrozarle la vida a muchas niñas victimas de proxenetas sin escrúpulos que van en busca del maná donde sea y como sea. El consumista de prostitución, el “putero” se deshumaniza así mismo y causa heridas evitables a otra persona por el hecho, y solo es el hecho de haber nacido mujer y creer a pies juntillas que es su derecho de hombre- macho alfa. ¡Qué gran mentira!.


Las violaciones en manada las perpretan hombres y solo hombres. Y frente a este dato incontestable ha llegado el momento de que sean otros hombres, los que si se respetan así mismos y a los demás, quienes han de abanderar el rechazo social de sus iguales por  estas prácticas deleznables.


¿Cómo podemos llamarnos a nosotros mismos sociedades del primer mundo, evolucionadas y modernas si a la mitad de la población por el hecho de ser mujeres se las puede considerar objetos de mero placer efímero personal o brutal satisfacción en manada?.¿Qué clase de seres humanos somos?.


Es difícil encontrar una mujer a quién no le ha haya hecho sentir mal un hombre a lo largo de su vida por el hecho de haber nacido mujer y él desearla.


Si hacemos un repaso rápido. Tenemos al “viejo verde” o el jovenzuelo avispado que manosea a las niñas en los parques, en las clases, en las casas, o dónde se tercie, en un a ti te elijo y te cazo, en esos claros casos de pederastia de libro de Petete. También están esos otros hombres que se te arriman en el transporte público, y les da igual que sea el autobús, el metro, el tren, el avión, el tranvía, la moto, el coche, la limusina… y te tocan el culo o te rozan el pecho o directamente te lo tocan a placer y a la primera descuidada o no en cualquier situación cotidiana. 


Otros a quienes les hace gracia tener su primera experiencia sexual sobre el “cuerpo” de una prostituta, y lo tienen normalizado como algo positivo y socialmente aceptado y se sienten los Reyes del Universo varonil. Hay quién considera que las vidas de las mujeres son de su absoluta propiedad porque son los padres o las parejas o los amigos o los hijos o los familiares o simplemente “los hombres” y ellas tienen que rendirles absoluta obediencia sobre donde van y vienen, a quién quieren o quién van, sobre lo que pueden o no pueden hacer, solo porque ellos son “los hombres “y ellas las “mujeres”. 


Y podríamos llenar bibliotecas enteras de millones de experiencias del mundo entero de #MeToo y #HermanaYoSiTeCreo o #BastaYa porque hemos perdido, a tantas y tantas y tantas y tantas, por el camino que duele de solo pensarlo y escribirlo.


El caso es que, un día tras otro, las mujeres vivimos con una mochila a la espalda de recuerdos sobre los que nos pasó o pasa o lo que les pasa a las que queremos, y a las que no, o a totales desconocidas y se acrecienta el sentimiento de absoluta impotencia.


En algún momento a TODAS nos entran ganas de BAJARNOS DE ESTE MUNDO, más de una, y de dos y de tres veces pero entonces recordamos a nuestras abuelas, pensamos en nuestras madres, nuestras hijas y lo que les pueda pasar a nuestras nietas, y entonces, solo entonces cogemos aire y volvemos a intentar cambiar juntas y de nuevo este mundo al grito de ¡Basta ya!.



MAFALDA



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