Estos días se ha producido una gran polémica por el nombramiento de Marta Ortega como presidenta de Zara. La hija del fundador de la firma internacional es más conocida por su presencia en las páginas rosas que en las de economía. Gran aficionada a los caballos - en Arteixo su padre le construyó un “pequeño” hipódromo- se la ve en compañía de personajes conocidos que promocionan las revistas del corazón. No se le conocen otras virtudes, sino la de ser la hija de Amancio Ortega. No es ningún desprestigio, sino la constatación de los hechos. Es una “ejecutiva” mediática.
En una empresa privada, el propietario puede hacer lo que considere más oportuno, él es el que se juega su dinero cada día. Pero el fenómeno de la empresa gallega ha sido estudiado en las mejores escuelas de negocio como modelo de éxito. El triunfo, en un primer momento es obvio que se debe a su creador - y a su primera esposa, Rosalía Mera-, pero mucho han tenido que ver los grandes ejecutivos en ello. Primero fue José María Castellanos, que estuvo con Ortega durante los primeros años en los que empezó el gran despegue de la compañía. Incomprensiblemente, se marchó de la misma con la discreción que le había caracterizado. Tras esta marcha tan importante, Pablo Isla lo sustituyó, e incluso le superó, al ser nombrado presidente de la empresa, tras el paso “atrás” de su fundador, que no ha dejado de ir a trabajar ni un solo día. Isla, junto a un buen equipo supervisado por Amancio Ortega, ha llevado a cabo la expansión del grupo y ha situado a la firma en lo alto de la cima. Pero ya se sabe: cuando una empresa sube como la espuma, y además hay demasiada familia que trabaja en ella, el ejecutivo que ha contribuido a su éxito tiene que marcharse por las interferencias familiares.
La relación de Pablo Isla con la mujer, hija y cuñados de Amancio Ortega no era buena, incluso en los últimos años se habían acrecentado más ante el “avance” de los cuñados de Ortega, que serán los que van a “tutelar” a su sobrina Marta. Quieren el control de la firma ahora que su fundador tiene 85 años, su hermana está para otras cosas y su sobrina tiene la vista puesta en Madrid, de donde es su actual marido, que trabaja también en el grupo de Zara.
La nueva etapa de Inditex se percibe como una incógnita que quedó reflejada en la bajada de sus acciones en bolsa el mismo día que se conocían los cambios en la cúpula, que han generado desconfianza.
Marta Ortega, según los entendidos, no está preparada para presidir una compañía de esta magnitud. Tiene tiempo y dinero suficiente para demostrar que es algo más que una niña rica que se lo ha encontrado todo hecho, como se piensa de ella. Puede que con los años y un buen equipo - si no se queman antes- las cosas sigan yendo bien, incluso mejor, pero la ambición de los parientes y la edad de Amancio Ortega no son buenas perspectivas para el futuro de la firma. Sería una pena tirar por tierra el legado que ha hecho hasta ahora su fundador, cuya labor solidaria también es un ejemplo digno de resaltar.
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