No hay mejor campaña electoral que realizar una visita a su Santidad el Papa Francisco cuando quien utiliza esa carta es una persona que, tragándose su ideología, aparenta lo que no es y además lo enmascara como una visita “privada”, utilizando el avión oficial y haciéndose acompañar por personas de confianza de su ministerio. Todo un embolique que seguro que la protagonista ha pensado que su Santidad, sin confesarse, se lo va a perdonar.
Que la vicepresidenta del Gobierno, aspirante a inquilina de Moncloa, y como nueva líder de una futura plataforma fuera de las siglas de los partidos, pero con una composición de caras conocidas, haya querido ver al Papa Francisco, al que algunos llaman ahora el Papa comunista - se han pasado siete pueblos- no ha sido un hecho casual. No es que Yolanda se haya dado un golpe en la cabeza y haya visto la luz que le guía al catolicismo practicante, es una acción más de marketing de algún iluminado de su equipo asesor que busca cualquier excusa para tener protagonismo en los medios de comunicación e intentar convencer a los católicos que ella no es una comunista - demonio roja, con cola- sino una mujer moderna, que entiende y “comparte” la religión que durante años ha sido y sigue siendo tan importante en la vida de millones de españoles, aunque no vayan a misa cada día, ni cada domingo, ni siquiera en fiestas de guardar.. Vamos, que es un lavado de imagen de una candidata que sabe en todo momento amoldarse a cualquier circunstancia, porque el fin justifica los medios, que se suele decir para ver si pican y le votan en las próximas elecciones generales.
Solo dos días antes de que se produjera la audiencia en el Vaticano, se filtraba la noticia, que según algunas voces había sido trabajada a espaldas de los servicios del Ministerio de Exteriores, argumentando que era una visita “privada”, como si todo el mundo estuviera todavía chupándose el dedo. Y es que Yolanda Díaz, antes de ser ministra, ya era conocida aparte de en Galicia, en todo el mundo y no necesitaba de su cargo para llegar al mismísimo Papa.
Según ella con su Santidad - al que le ha caído la de Dios encima por prestarse al juego “comunista”- ha mostrado mucha sintonía y aunque no puede desvelar el contenido de su conversación “privada” de jefa de Estado, sí ha apuntado que han comentado temas como que la gente tenga un trabajo digno, sobre la pandemia y el futuro del planeta. Toda una conversación con los temas que nadie puede estar en desacuerdo, porque eso no era el fin. Una entrevista amable, con fotos que demuestra que ella es capaz de convencer al mismísimo Papa Francisco, cuando se trata de hablar solo de los temas con los que están de acuerdo y dejar aparcados otros que los separan millones de kilómetros. Le habrá pedido disculpas Yolanda Díaz a su Santidad por aquellas declaraciones que hizo en su día en las que trataba de aberrante que el jefe del Vaticano compareciera en el Parlamento Europeo “con absoluto respeto a las distintas religiones, los parlamentos no son espacios para ellos”. Seguro que pasaron de largo para que a ella no le dijera el Vaticano es su espacio.
Como es preceptivo, la vicepresidenta le llevó un libro de la escritora gallega Rosalía de Castro, quien por cierto era hija no reconocida de José Martinez Viojoón, clérigo de la colegiata de Santa María de Iría Flavia. ¿Será por eso que eligió esta autora? Sea como sea, el objetivo perseguido por la aspirante a inquilina de Moncloa se ha cumplido. Dicho lo cual cabe esperar el siguiente episodio de cómo llamar la atención para conseguir votos. Decía Bertrand Russell que “La humanidad tiene una moral doble: una, que predica y no practica, y otra que practica, pero no predica”.
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