Llega a su fin este 2021, que no ha sido mucho mejor que su antecesor debido a las distintas mutaciones del Covid que hacen estar en tensión a todas las personas. Una amenaza que nos ha tenido y nos sigue teniendo a todos en vilo. Es como el juego de la oca, o como la lotería en la que todos estamos en el bombo con la esperanza de que nuestra bola no salga. Es un poco un sinvivir. Si se cumplen los consejos de los expertos aplicando todas las medidas sanitarias, se deja de pensar que eso no nos puede tocar a nosotros, un poco de sentido común, aparcar el miedo, e intentar hacer una vida lo más normal posible. Precaución toda la que haga falta, pero hay que seguir viviendo. Ya se sabe que el miedo puede llegar a paralizar a las personas y es el arma más terrible.
Casi dos años de covid y sus variantes, la sociedad ha sufrido un duro golpe en todos sus ámbitos y ha podido comprobar en carnes propias lo vulnerable que es, y lo sencillo que resulta que en unos minutos todo pueda desplomarse como un juego de naipes. No somos ni inmortales, ni los reyes del Universo., sencillamente somos seres imperfectos a los que les puede ocurrir de todo, sin capacidad para predecirlo con tiempo y tener la fórmula mágica para aplicarla cuando eso llegue.
La economía de todos los países ha sufrido las consecuencias del malvado virus que ha mutado y lo sigue haciendo constantemente, y los investigadores intentan a toda prisa buscar vacunas que lo frenen. La economía, las empresas y la sociedad han cambiado, la política no tanto. El lado positivo, si es que se le pueda llamar así, de esta catástrofe, es que ha surgido esa parte buena que la mayoría de la gente lleva dentro ,-aunque no siempre la aplique-, que en momentos extremos sale, como un torrente y que ha sido canalizada para ayudar en la medida de lo posible. Es la solidaridad, la entrega de aportar lo que se pueda y no quedarse parado en el confort de sus casas como si el tema no fuera con ello. Es la manifestación solidaria más importante que se ha podido apreciar en estos años de “virus” que ha transformado al mundo y nada ya será igual.
En todo este tiempo se ha producido un distanciamiento físico por el confinamiento, A cambio las videoconferencias, el Twitter, los mensajes y los correos han permitido no romper los vínculos con los seres queridos: amigos familiares, conocidos y hasta con los compañeros de trabajo. Estamos viviendo una revolución casi sin darnos cuenta, La mascarilla se ha convertido en una segunda piel, una barrera para frenar los contagios. La información sobre el covid, en sus distintos formatos y medios está siendo esencial para conocer lo que está ocurriendo realmente.
Las tecnologías, el teletrabajo, la distancia física, los ERTEs en las empresas, los cierres de muchas de ellas, el desplome de algunos sectores empresariales, ha sido sin duda- continuará el próximo año- una losa a la que se ha tenido que hacer frente con resultados diferentes. La soledad de muchos, las necesidades de los más vulnerables. Un conjunto de acontecimientos que han desbordado a todos, sin excepción.
Este año que acaba, nos ha dejado entre otros: Filomena, el desastre del volcán de La Palma y como no, ómicron. Tres desastres que han dejado muy tocados a la sociedad que impotente ante ellos ha sabido ser solidaria. Ya se marcha un año para para olvidar
Que el 2022, sea mejor en la salud, trabajo y que la solidaridad continúe. ¡Buen año para todos!
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