No sé a qué merluzo se le habrá ocurrido la idea de llevar la presentación de la que definió el President de la Generalitat como la ley Suprema del país a un teatro público, aunque a éste se le haya bautizado con el rimbombante nombre de Nacional de Catalunya. Todos los teatros catalanes, a mi entender, son también nacionales por muy pequeños que éstos sean y tengan su asiento en el lugar más remoto de nuestra geografía.
Y lo escribo así de claro porque un texto de esa naturaleza solo tiene un escenario posible: el Parlament de Catalunya. Y un público claramente definido: los Diputados de ese Parlament. Denigrar la ley de leyes no solo es un atropello a las ideas de los catalanes independentistas, sino también, de las de los que no lo son, o de las que nos sentimos tan catalanes como españoles. Esa ley, por ese procedimiento, ni es ley, ni es Suprema, ni merece ningún respeto ciudadano, porque una Democracia no se fundamenta encima de un escenario teatral por muy institucional que éste sea, sino en el debate parlamentario y en el respeto a la legalidad.
No es pues de extrañar, que por esa desafortunada escenificación, los defensores de la España Constitucional hayan hecho en los primeros informativos de la mañana del día siguiente, coña coral del marco elegido y sobre todo chufla hiriente del tono apocalíptico empleado por los actores que interpretaron semejante parodia. Y como dice la copla: Lo que te rondaré morena.
Así que, por ser breves y concisos: lo que nos tragamos ayer en directo o a través de la televisión del Govern llamada TV3, es lo que se conoce en la jerga gastronómica como una " Suprema de merluzo" servida en genuina loza artesana de Calaf de 1911.
Que nos aproveche.
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